El sábado 23 de noviembre un grupo de ex alumnos y en especial de abogados, encabezados por los directivos de la Academia Mundial de Amparo y la Organización Mundial de Abogados, hicieron un reconocimiento distintivo en su categoría de galardón y se lo entregaron, por sus valores, virtudes humanas y su legalidad, al señor licenciado Tomás Bustos Muñoz.
Lo conocimos en la Escuela Preparatoria de León por los años 1968-1969, porque estaba en la plantilla de maestros impartiendo diversas materias dentro del Bachillerato de Leyes, aunque algunas se incluían en el plan común con otras especialidades, por eso era muy reconocido por la mayoría; además tenía unos 27 años de edad, soltero, abogado y notario público, egresado de la Universidad de Guanajuato; algunas otras maestras y las secretarias de la dirección, las hermanitas Rojo, lo adoraban y consentían; el prefecto Lira Arroyo le encomendaba varias actividades académicas y culturales alternas a la docencia; era hiperactivo.
Siempre muy serio y formal, con su bigotillo recortado en su lugar, pero además muy amable y de finos modales, muy preparado y culto, daba confianza a los jóvenes estudiantes y, poco a poco, al transcurrir el año, en clase al irnos conociendo ya nos identificaba por nuestros nombres; luego entonces, la relación maestro-alumno y el proceso enseñanza-aprendizaje parecía personalizado y rendía mayores frutos; luego nos recomendaba variadas lecturas, algunas sobre obras clásicas, otras novedosas o de la época; y dependía del grado de cultura que nos detectaba, nos guiaba.
Recuerdo que un día portaba un texto muy de actualidad en aquel año de 1969 y le pregunté sobre el mismo, me lo mostró y era el libro de Celestin Freinet, “Técnicas Freinet de la escuela moderna”, un pedagogo francés de vanguardia, editado por “Siglo XXI”; luego, me lo obsequió y me advirtió que después de leerlo me preguntaría sobre su contenido. Amaba la docencia y las ciencias de la educación, quizá por eso tuvo también oportunidad de laborar en la Escuela Normal de León.
Como esta vivencia, guardo en mi memoria muchas anécdotas con el profesor Bustos Muñoz a través de los años; como cuando me presentó al Lic. Rodolfo Arteaga Paredes, secretario de acuerdos del Supremo Tribunal de Justicia y a la sazón novio de la entonces juez primero penal de León, Lic. Leticia Hernández Granados, con quien yo colaboraba como oficial mecanógrafo, comprometiéndolo a que fuera mi padrino de graduación de la preparatoria y me regaló el anillo de generación y los gastos de la cena-baile. Falta espacio para referirme a otras tantas anécdotas con este gran maestro leonés, radicado cerca del mercado Carro Verde y la calle Chuparrosa en el barrio de San Miguel.
Es muy conocida su militancia y participación en el Partido Revolucionario Institucional desde muy joven. Esa faceta de activista y promotor político, lo hacía enarbolando la figura y proyección de Benito Juárez, cuya biografía y mejores frases dominaba, y así nos lo comentaba; inclusive hubo alumnos, compañeros que llegaron a afiliarse en las juventudes priístas bajo su tutela y batuta; sobresalía su preferencia a uno que, aparte de su brillante inteligencia y memoria, con mucha dedicación se aprendió el poema épico muy extenso titulado “La Raza de Bronce”, autoría de Amado Nervo, elaborado exprofeso para un homenaje nacional al “Benemérito de las Américas”, pero lo mejor era su declamación excelente, que envolvía y deleitaba a quienes lo escuchábamos; me refiero a nuestro colega Alfredo Sabido R., quien a la fecha ha sido un buen amigo del maestro Bustos y se han fusionado profesionalmente, en cuyo despacho se llevan litigios y trabajos notariales.
La política, como actividad muy sensible, otorga dulzuras y amarguras; ambos sabores seguramente los probó el maestro Tomás Bustos; aún así logró conquistar diversos cargos de elección popular como regidor y diputado, así como cargos de dirigencia en su partido, donde además sirvió de guía o escuela de varias generaciones de otros noveles políticos aún vigentes, como el actual diputado profesor Alejandro Arias.
Desde aquellos años y prolongándose hasta este siglo, inició sus colaboraciones editoriales semanales en el periódico local “El Sol de León”, donde lo introdujo su gran e inolvidable amigo, el profesor Matatorres, directivo de esa editorial.
Durante la reciente pandemia contrajo el COVID-19 y sufrió mucho para superar la enfermedad, pero gracias a la atención médica especializada que se le brindó logró recuperar su salud para satisfacción y alegría de sus amigos, colegas y miles de exalumnos. Por ello, ahora, este homenaje cayó en un muy buen momento y oportunidad para saludarlo, abrazarlo y estar presentes. ¡Felicidades, insigne maestro Tomás Bustos Muñoz! La semilla que sembró fructificó al mil por uno.