Caminamos, ninguno sabemos aún cuál será la duración, si se trate de largas distancias o de un corto trecho. Aferramos la vida en cada aspiración. Otros más, esperan para ser felices, llegar a un cierto estatus o conseguir un logro anhelado, con la insensatez de creer que las horas esperarán detenidas, con el segundero apagado.
No es posible saber cuál llegará primero y cuál después, porque vivimos tiempos inciertos, no somos adivinos que den predicciones certeras, ni se han establecido oráculos en las esquinas. Sin embargo, si se nos fuera dado mirar el grosor de nuestros cuadernos, con toda seguridad, sonreiríamos más, abrazaríamos más, y se volvería común decir te quiero.
No sería una palabra en desuso para eventos especiales como la ropa para grandes ocasiones. Dicha así, a flor de labios, con la generosidad de quien entrega el alma sin regateos, sembrando hondo para perdurar por siempre en un corazón fértil.
En esta carrera no hay vencedores ni vencidos, así que suspendan las apuestas. Todos marcharán, inevitablemente, sólo que algunos llevarán las manos vacías sosteniendo el peso del absurdo, dejando tras de sí un camino pedregoso.
La piedra, obstruyó el camino. Hubo quien la labró y esculpió una obra de arte, quien presa del odio, la lanzó como un proyectil para ocasionar la muerte, quien rescató la roca despreciada para hacerla piedra de toque. Otro más osado, la partió en trozos y creó una vivienda para resguardarse en las noches oscuras. También hubo quien la rodeó, la olvidó y siguió caminando, anulando un destino que se le presentaba enfrente, convenciéndose de que era invisible para sus ojos.
Sí, yo soy esa roca, soy una piedra de mar que tiene los cantos rodados, he sido horadada en cada ola escuchando la canción del océano. Vengo y voy con las mareas, en las noches de luna, resplandezco de luz plateada, como si una mano poderosa hubiera sembrado estrellas a lo largo de la arena.
Por eso cuando te veo, me pregunto ¿Qué clase de roca eres? ¿Eres un grano de arena que siente ser una montaña envanecido de soberbia? o acaso te has convertido en una piedra sabía, que intuye mirando los ojos sin escuchar las palabras, que ha aprendido a vivir dándole un sentido a su historia.
Camino, y aunque desconozco la duración de mi viaje, de algo me siento segura; no soy la misma que comenzó avanzando con pasos dubitativos. Desde este punto, en este mar que pulió mis aristas, me detengo, en una reflexión o una acción de gracias.
Después, siento mi respiración, mi amiga, mi aliada, acariciarme con el soplo de la vida.