Ningún gobierno de cualquier país parecido a México la tendría fácil con las amenazas de Donald Trump del lunes en la noche. Más allá de la posible rectificación de los errores iniciales del actual régimen, no es evidente cómo sí habría que responder. Tampoco son obvias las conclusiones que puedan desprenderse de un análisis basado en los hechos, la historia, la experiencia, y algo de intuición política a propósito de las intenciones de Trump. Estamos ante una tormenta de categoría 5.
Cualquier persona con experiencia en estos asuntos le hubiera dicho a la presidenta Sheinbaum que no convenía contestarle a Trump por escrito, menos aún haciendo público el contenido de su misiva, y sobre todo no reaccionar principalmente para consumo interno.
En primer lugar, creo que siempre es un error con los norteamericanos sermonearlos, colocarse en el plan, por ejemplo, en el que se puso José López Portillo en 1977 cuando Jimmy Carter visitó México por primera vez. Hay pocas cosas que irritan tanto a los estadounidenses como recibir lecciones de otros, y sobre todo de países que ellos consideran como menos exitosos que el suyo. A nadie le gusta que le “expliquen” cuál es su verdadero interés, aún teniendo razón. Siempre es preferible defender la posición propia en lugar de decirle a los demás lo que realmente les conviene.
En segundo lugar, repetir las cantaletas de siempre no es necesariamente eficaz. Es el caso de reclamarle siempre a los pinches gringos mariguanos que ellos son los consumidores, que si no hubiera demanda de drogas en Estados Unidos no habría oferta, que los mexicanos que trabajan en Estados Unidos contribuyen con “x” porcentaje del PIB a su economía, que las armas que generan la violencia en México provienen todas de Estados Unidos, y que nosotros ponemos los muertos, y que los aranceles le harían más daño al consumidor norteamericano que a México. Todo esto es parcialmente cierto y sumamente inútil de repetir por enésima vez.
En tercer lugar, posiblemente resulte más pertinente colocarse en el plano de Trump, quien está convencido de que han llegado millones de personas sin papeles a Estados Unidos, todas ellas procedentes de México, aunque no sean mexicanos; que el gran problema de drogas es el fentanilo, y que el fentanilo proviene de México, y que China está empezando, o ya empezó a inundar el mercado norteamericano de manera clandestina a través de esta puerta trasera que es México. Subrayar lo falso de estas creencias en público descansa obviamente en una estrategia de consumo interno, ya que es evidente que ni Trump, ni su equipo, ni los republicanos en Estados Unidos van a respaldar estas afirmaciones, insisto, aunque sean ciertas.
Lo que México y otros países debemos hacer rápidamente es empezar a detectar, contactar y apoyarnos en los posibles aliados nuestros dentro de Estados Unidos: empresas exportadoras, desde luego; organizaciones legales que van a combatir las deportaciones; incluso con posibles víctimas hipotéticas de exportaciones chinas trianguladas vía México, para empezar a tener algún tipo de respuesta a mediano plazo.
Por último, parece pleonasmo, pero hay que saber lo que Trump quiere. ¿En qué consistirían las acciones de México en materia migratoria, de combate al crimen organizado y de relaciones con China que fueran satisfactorias para él? No para hacer lo que él pida, sino para saber lo que pide. Se vienen tiempos extraordinariamente difíciles, y se antoja hasta absurdo decir que el actual gobierno debiera echar mano de la experiencia de los últimos cinco sexenios, por lo menos desde el que negoció el TLCAN en 1992-1993 hasta la fecha, para enfrentar este reto descomunal.