“¡Duerme y no llores! ¡Dulce Amor!” fueron las frases de cierre del monólogo “Mi tío Andrés, el jesuita”, obra escrita y actuada por Nicolás León, al inaugurarse el Foro de la Parroquia del Sagrario, ubicado en la calle Belisario Domínguez número 103.
En un esfuerzo por montar obras de carácter familiar, las autoridades de la Parroquia del Sagrario y la Unión de Artistas SC, unieron voluntades y acordaron que en el auditorio de lo que fuera el Colegio Diez de Sollano, se convirtiera en escenario teatral.
El leonés Nicolás León, quien tuvo a su cargo el evento de apertura, es egresado del Seminario Conciliar de León y cuenta con decenas de años en el arte teatral.
Al arranque de la obra, lo acompañaron sus nietos: Andrés Rafael Gama León, Sofía Lizzuli Gama León e Inés León Mendoza, quienes dieron la bienvenida al público asistente, luego se alternaron para dar una reseña histórica de León en diferentes etapas de su desarrollo.
Finalmente dieron paso a la participación de Nicolás León, con la obra titulada “Mi tío Andrés, el jesuita”, que relata la vida de este sacerdote jesuita, nacido en Navolato, Guanajuato, y que por más de 30 años convivió con los Raramuris en la Sierra Tarahumara. Llegó en 1920 a esas tierras y falleció en Guadalajara en 1976, en su celda de oración.
El soliloquio escenificado por Nicolás León, arranca con el reclamo del padre de Andrés a éste, cuando le exige que se haga responsable de la situación familiar como heredero. Sin embargo, reflexiona en su interior: “Mi misión es servir a Dios, predicar su palabra” y rechaza el mandato paterno.
Andrés se va a España y se une a los jesuitas, donde la misión es promover la Verdad Cristiana y vivir para la caridad. Regresa a México y toma como rumbo la Sierra de Chihuahua.
El intérprete hizo una descripción de los jesuitas en el Siglo XVI, y recalca la injusticia de los españoles contra éstos e igualmente de los estadounidenses. Su único fin de ambos era explotar la riqueza de la zona y de sus habitantes, asegura.
En el relato, Nicolás Rico precisa que su tío, expuso que los jesuitas “hicieron caminos, escuelas y enseñaron nuevos oficios para una vida mejor”. También halaga el tío Andrés las habilidades natas de los rarámuris: “Corran, corran … para que el universo se paralice”.
El tío Andrés abrazó la ley de Dios desde pequeño, en sus últimos días llevaba una vida ascética e inclusive usaba camisas de costales de harineras, buscaba la humildad y la sencillez extrema.
En otra parte del monólogo se advierte cómo los jesuitas y la iglesia de Cristo, lucharon contra gobiernos atroces y desertores del catolicismo, como protestantes y luteranos.
Así también narra la guerra cristera, principalmente en Guanajuato y Jalisco y finalmente muestra al jesuita en su celdas de oración en Guadalajara, en sus últimos momentos de vida, donde reflexiona sobre su vida sacerdotal, da Gracias a Dios y pide ver a la Virgen.