Ojalá y todos encontráramos a las personas precisas en el momento indicado, y no es que no existan, que, sí las hay, sólo que la vida suele irlas dosificando.

No conozco la proporción, hablaría en términos inexactos, pero creo que ya cuando se cae en la certeza de su inexistencia, aparecen como soles nacientes que derritieran el frío con sus tenues rayos. 

Sí, y no es que se ande en la búsqueda de ángeles encubiertos, sólo que inevitablemente convivimos con personas y escudriñamos curiosos al otro, descubriendo si tiene buen o mal fondo. Tal vez en la primera impresión no lo veamos, más con el pasar de las horas se nos irá mostrando, porque no resiste la hipocresía el paso de los días y muestra su oropel, su falsedad finalmente sale a flote. Para mantener el equilibrio, la bondad permanece con su luz perenne, y así, nace de nuevo ese sol en el horizonte portando promesas, prediciendo que la humanidad puede ser salvada por personas de buen corazón.

Quien diga que nunca ha esperado encontrar, miente, en secreto alimenta su esperanza, o mantiene vivo el recuerdo de una mirada limpia, de unas manos que sostuvieron, unos labios que retuvieron un secreto, y lo guardaron en lo profundo de su ser haciéndolo parte suya. 

Muchas veces encontré la contraparte, me entristecí con su banalidad estruendosa, con esas manos, garras, que sólo buscaban la rapiña, aborrecí esas palabras mentirosas que alardeaban huecas, y tuve que reconocer que ahí, no había nada, únicamente el triste cascarón del odio. 

No voy a generalizar, porque tengo la vivencia del bien y con toda certeza afirmo que en mi ayer los ángeles existieron, sólo que en ese tiempo yo no los miraba, porque estaban encubiertos, replegaban cautos sus alas en el día, se humanizaban en esa infancia lejana. Ahora los tengo plenamente identificados, porque yo volé en sus alas, y conocí el cielo tomando turno para recostarme en sus rodillas, y escuché su canto. En esos momentos, mi alma galopaba como un pegaso que tornaba con los ojos cerrados, guiada por el sonido de su voz, regresaba a mi origen y mi esencia. Comprendo que era parte del proyecto su secrecía, para evitarme temores, tomaban la forma humana. 

Terminaron esos años de niña, terminó tu tiempo, pero no acabaste tú. Solamente como una mariposa, trascendiste y perduraste, y seguramente me vigilas y me resguardas, ahora sí, invisible, me envuelves en tus alas y me reconfortas, eres el Ángel que presiento con mis sentidos secretos, y con esos mismos, te agradezco, aunque no te pueda mirar. 

 

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