En la historia económica del siglo XXI pero también en el recuento del ascenso de los populismos, la crisis financiera del 2007 y 2008 debe ser considerada un evento axial. A partir de ese momento se comenzó a poner en cuestión las bondades del libre comercio y no sólo de la desregulación financiera.

Las primeras manifestaciones del descontento con el libre comercio fueron el plebiscito del Brexit en 2015 y posteriormente la elección de Donald Trump en 2016. 

Este último comenzó a hablar de lo que él llamó “comercio justo” que en la práctica consistió en amenazas, no siempre concretadas, de elevar aranceles. 

El tránsito del comercio libre al comercio justo podría convertirse en el nuevo paradigma. Esto supondría una transformación en instituciones internacionales como la Organización Mundial de Comercio.

Lo que podría estar sucediendo ahora es el principio de una guerra de aranceles en el mundo. 

Recientemente, el Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, ha anunciado que México impondrá aranceles a ciertas importaciones de la industria textil por medio de la firma de un decreto.

El argumento detrás es impedir la competencia desleal, particularmente de China. Se trata, de acuerdo con el Secretario de  Economía, de proteger la industria nacional. Esta imposición de aranceles se ha realizado de manera unilateral y no en paneles de negociación comercial como los que existen en la OMC, por ejemplo.

Hay que decir que esta decisión no ocurrió sólo por una resolución del gobierno mexicano. Se sabe que, desde hace tiempo, ha habido reclamos por parte del gobierno estadounidense acerca de prácticas ilegítimas por parte de China.

Antes del Secretario de Economía, el Secretario de Hacienda ya había expresado lo que parece ser un viraje de México hacia Estados Unidos y un alejamiento hacia China. Habría que saber si la Cancillería mexicana ya ha conversado con su homólogo chino. Está pendiente, entonces, cuál será la reacción de Beijing. Es claro que ese país no puede eficientemente imponer aranceles a México pues las exportaciones mexicanas hacia China son muchísimo menores a nuestras importaciones.

Si México continuara esta política comercial con respecto a China, México tendría que pensar muy bien cómo sustituir sus importaciones. Oficialmente lo que se ha dicho es que México va a recrear su propia industria para producir domésticamente lo que antes se importaba de China. El problema con esto es que, aún si se hace bien, este ajuste podría tardar mucho.

Quizás la mejor política consistiría en establecer acuerdos con otros países del Asia-Pacífico y otras regiones, al tiempo que se fortalece la industria nacional.

Aunque en última instancia habría que proponer una gran discusión mundial acerca de cómo debe ajustarse mejor el paradigma tradicional del libre comercio.

 

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