A estas alturas de la vida y aún más por las condiciones de desempleo que vive el País y en este municipio, todas las personas buscan diferentes formas de supervivencia, no para tener lujos, sino para tener un plato de frijoles y tortillas en su mesa, todos los días.
Cualquier trabajo es decente siempre y cuando esté dentro de la ley, ser bolero significa mucho para Juan Javier González Luviano, quien desempeña esta labor diario de manera ambulante.
“Nadie nace enseñado, yo aprendí a bolear mi propio calzado y ahora soy bolero desde hace seis meses”, expresó.
Siempre le ha gustado el comercio y sobre todo ser su propio patrón, porque las ganancias que obtiene son sólo para él, además de tener la oportunidad de administrar su tiempo para hacer otras labores.
Un día de trabajo para Juan Javier comienza a las 7:00 de la mañana, como en todo oficio de este tipo, hay días buenos y otros no tanto, pero “afortunadamente sale para comer”, refirió.
“¡A veinte pesos la boleada!”, la zona que más transita es el jardín de La Purísima, ya que en la plaza principal hay demasiada competencia, por eso prefiere ir cargando su cajón con toda su herramienta de trabajo.

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