León, Guanajuato.- Los leoneses se volcó hacia el Teatro del Bicentenario para disfrutar de la actuación de la Orquesta Sinfónica Nacional.
El público arribó al recinto desde una hora antes para asegurar los mejores lugares que les permitieran escuchar y ver con claridad a los músicos dirigidos por Carlos Miguel Prieto. Para los asistentes fue una presentación digna de recordar.
Interactúa la OSN con un público ávido de su música
La Orquesta Sinfónica Nacional y la pianista Gabriela Montero, bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto, hicieron vibrar al público con un concierto inolvidable en el Teatro del Bicentenario.
La velada musical fue única e irrepetible, una especie de improvisación, habilidad que forma parte del pensamiento musical de la solista originaria de Caracas, Venezuela.
Una nueva versión del tradicional “Cielito lindo”, las invitaciones del director a tronar los dedos al ritmo de jazz o a bailar un mambo, fueron algunos de los momentos más sorpresivos y divertidos de la función.
El programa estuvo integrado por obras de tres grandes compositores del siglo pasado: Serguéi Rajmáninov, Leonard Bernstein y George Gershwin.
El primero de origen ruso y situado en la vertiente del romanticismo, y los otros dos estadounidenses, relacionados con el jazz y las formas musicales propias de la cultura negra de Norteamérica.
El espíritu enérgico y alegre del concierto se hizo presente desde los primeros acordes de la famosa “Obertura” de “Candide”, opereta creada por Bernstein en 1956 y que fue estrenada sin éxito en Broadway en ese mismo año. No obstante, la breve introducción orquestal se ha mantenido en el repertorio a lo largo de los años.
La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) hizo una lectura animada de esta partitura, con la gracia y el estilo travieso de esta comedia, llena de acentos rítmicos en la sección de percusiones y alientos.
Tras el breve festín, Gabriela Montero apareció en el escenario para interpretar el “Concierto para piano número dos en Do menor Opus 18” de Rajmáninov, quizá la composición emblemática del pianista y una de las predilectas del público de este género.
La pieza fue compuesta en 1900 luego de que el compositor cayera en depresión y sufriera una pérdida de confianza por el fracaso de su “Primera Sinfonía”. No obstante, con la ayuda terapéutica de Nikólai Dahl, basada en la hipnosis, logró salir de su enfermedad y retomar su carrera.
El resultado se consideró milagroso, pues por su belleza melódica y brillante orquestación, el “Concierto para piano número dos” consolidaría a Rajmáninov como uno de los más destacados compositores de Rusia del siglo XX.
La interpretación de Montero se distinguió por su elegante fraseo y claridad, sin arrebatos ni exageraciones, pero de gran intensidad.
En el primer movimiento, de fuertes contrastes, la pianista tocó con sutileza los pasajes en “piano”, pero con suficiente fuerza el clímax del desarrollo.
Todo ello gracias a la dirección de Carlos Miguel Prieto, atento al balance entre piano y orquesta. Este equilibrio se alcanzó a la perfección en el “Adagio”, el movimiento más sentimental del concierto.
Montero mostró su sólida técnica y virtuosismo en el primer tema del “Allegro scherzando”, con sus rápidas florituras, tanto en el desarrollo como en el fugato, acompañada por las cuerdas en staccato.
La actuación de la venezolana causó gran emoción. A manera de agradecimiento, la pianista habló con el auditorio para compartir su pensamiento.
Montero recordó la importancia que ha tenido la improvisación en la música. Esa noche, la puso en práctica, pidiendo al público que entonara una canción para crear una nueva obra a partir de esa melodía.
El tema sugerido fue “Cielito lindo”, el cual la pianista recreó desde distintos estilos y ritmos, a veces pausado y melancólico, otras vivaz y jocoso. Como dijo la compositora, la versión fue inigualable.
¡Mambo!
La segunda parte del programa dio un giro completo, ya que estuvo conformada por piezas de dos referentes de la música de Estados Unidos.
La OSN interpretó “Cuadros sinfónicos de Porgy and Bess”, de George Gershwin, pero con arreglos para orquesta de Robert Russell Bennett. Se trata de una suite extraída de la famosa ópera y que fue compuesta en 1942 por encargo del célebre director Fritz Reiner.
La conocedora dirección de Prieto permitió evocar la sensualidad del blues de “Summertime” y el colorido de los fragmentos de “It ain’t necessarily so”, “I loves you, Porgy”, entre otros, sin olvidar los imaginativos solos del banjo y del grupo de saxofones.
Finalmente, el recital cerró con “Danzas Sinfónicas de West Side Story”, que contiene las partes más famosas del musical de Leonard Bernstein.
Con el coreógrafo Jerome Robbins y el libretista Stephen Sondheim, Bernstein creó en 1957 la obra que lo consagraría como uno de los más geniales compositores y directores de orquesta de Estados Unidos: “West Side Story” o “Amor sin Barreras”, una moderna adaptación de “Romeo y Julieta” de William Shakespeare, que traslada la tragedia de amor de Verona a Manhattan.
Desde el “Prólogo” la suite gustó por su original instrumentación y ritmos sincopados de jazz, así como por el sonido producido al tronar los dedos o con el silbato.
Fue en esta parte en la que el director comenzó a interactuar con el público, invitándolo a chasquear los dedos, o a gritar “¡Mambo!” en el bailable tema, en el que las percusiones tienen protagonismo.
Además del sabor latino en “Cha-Cha-Cha” o “Rumba”, la dosis de romanticismo surgió con la famosa melodía de “Somewhere” y que vuelve a aparecer en el “Finale”.
Tras los últimos compases del conmovedor “Adagio”, el Teatro del Bicentenario se llenó de interminables aplausos, que hicieron que Carlos Miguel Prieto regresara al escenario para platicar y bromear con el público.
El carismático director y violinista mexicano alabó a los leoneses por tener un bello recinto operístico y a un equipo de futbol bicampeón.
Como reconocimiento, la OSN volvió a tocar el “Mambo”, invitando a la audiencia a bailar, como lo hicieron varios músicos y el propio conductor. Al final, el ambiente fue de enorme alegría, la cual se notó en las amplias sonrisas de todos los oyentes.