El Centro de las Artes de San Luis Potosí Centenario (Ceart) ocupa el edificio de la antigua penitenciaría establecida a finales del siglo 19, durante el Porfiriato, y que estuvo en funcionamiento hasta marzo de 1999.

Actualmente, las viejas crujías (donde estaban las celdas) están dedicadas a diferentes disciplinas: música, danza, teatro, artes visuales, canto, integración y literatura. Una de ellas alberga una biblioteca pública, otra una galería y una más el museo de sitio.

El Ceart fue abierto al público en 2008, después de que el gobierno lanzara una convocatoria para darle una nueva vocación al espacio. El arquitecto mexicano Alejandro Sánchez propuso crear una escuela de especialización artística y su proyecto resultó ganador. En él se invirtieron 270 millones de pesos y los trabajos tardaron cuatro años.

Aunque se hicieron modificaciones, se conserva gran parte de la estructura original de la cárcel. Cada pequeño arco que se ve en los muros del complejo era una celda y todos los barrotes son los auténticos: si uno se fija puede ver algunos que están muy doblados. Son intentos de fuga, cuenta Ramsés Félix, uno de los guías.

El edificio es panóptico: las antiguas crujías están alrededor de una torre desde la cual el guardia tenía una vista completa. A los costados hay varios patios que sirvieron como talleres y áreas de visita. El más grande, donde solían jugarse partidos de futbol, ahora es un foro con capacidad para 5 mil personas.

El patio, que se conoce como el de los arcos (por el conjunto morisco que hay en el fondo), era el que más gustaba a los primeros presos, pues era el único lugar donde podían avistar algo del exterior: las torres del Santuario de Guadalupe. 

“Este era el lugar espiritual o religioso para ellos, era muy común verlos aquí hincados haciendo sus plegarias”, dice Ramsés. Ahora la escultura titulada “El espíritu”, donada por el artista potosino Ricardo Motilla protagoniza el espacio. Muchos de los visitantes la llaman el ángel caído.

Aquí hubieron celdas de castigo y hasta de tortura, subraya el guía. Los abusos por parte de los custodios no eran cosa rara.

En aquellos años algunos presos intentaron escapar de la penitenciaría valiéndose de trucos: cuentan que uno salió escondido dentro de un guardarropa fabricado en el taller de carpintería y que uno más salió por la puerta grande vestido de mujer.

También se cuenta que otros cautivos se suicidaron colgándose de un pirul que está en el patio de la alameda. Quizá, por eso, algunas personas afirman que en esta zona se ha registrado actividad paranormal.

Lo cierto es que la historia de horror de la antigua cárcel es parte del pasado: las viejas crujías está creando un nuevo e inspirador capítulo.

Cárcel de Madero

En la historia de México, esta penitenciaría tiene un papel importante: en 1910, aquí estuvo preso Francisco I. Madero, quien previamente fue capturado en Monterrey. 

En el museo de sitio se conserva la celda con un busto del coahuilense y líder del movimiento antireeleccionista. 

Madero promulgó el Plan de San Luis, donde desconocía y declaraba ilegal la elección ganada por Porfirio Díaz y convocaba a un levantamiento armado.

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