“Algunos cambian de partido para defender sus principios; otros de principios, para defender su partido”.
Winston Churchill
Durante años fue notable la enjundia y la convicción de los militantes de izquierda al oponerse a la militarización de la policía. Epigmenio Ibarra publicó en Twitter el 24 de diciembre de 2016: “México bajo la bota militar? Permitiremos que el Congreso legalice golpe de Estado? Toleraremos este retroceso?”. El tweet se ilustraba con una dramática fotografía de una bota militar en primer plano y un contingente de soldados armados que marchaba en el fondo.
Jesús Rodríguez Cuevas, actual coordinador de comunicación social de la Presidencia, se oponía también a la militarización de la policía: “Ese sí que es un verdadero peligro para la democracia y para los derechos del pueblo porque van a querer usar al ejército ya como fuerza de seguridad policiaca en todas las labores que implica la seguridad pública y el control social. Eso tiene un nombre: se llama dictadura. Esto contraviene la Constitución. y contraviene la historia democrática de este país. Se trata de establecer las bases de una dictadura”.
El propio López Obrador se oponía a la militarización: “El presidente Juárez sabía que no podíamos apostar a una república militar, sino a una república civilista -dijo en 2010–. No es con el Ejército como se pueden resolver los problemas de inseguridad y de violencia. Lo que tiene que hacerse es atender lo social: crear empleos, atender a los jóvenes, como siempre hemos venido diciendo, crear mejores condiciones de vida y de trabajo”. Manuel Bartlett fue contundente en marzo de 2017: “La seguridad pública es una tarea de los civiles y en época de paz el lugar de las armadas son los cuarteles”.
Estos mismos activistas de izquierda hoy aplauden la decisión del presidente de colocar a la Guardia Nacional dentro de la Secretaría de la Defensa de manera permanente. De igual manera, muchos que en los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto defendían la militarización, hoy la cuestionan porque la propuesta porque viene de López Obrador. Es el mundo al revés.
Lo que quiere la gente común y corriente, muy distante de los políticos, es seguridad. Si una Guardia Nacional militarizada protege a la población como no han podido hacerlo las policías civiles, optará por esta opción.
La militarización no es nueva, pero no ha sido hasta ahora solución a la violencia. El proceso empezó en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando el ejército capturó el rancho El Búfalo de Rafael Caro Quintero en Chihuahua. Ernesto Zedillo nombró al general José de Jesús Gutiérrez Rebollo como titular del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, solo para detenerlo después por colaborar con narcotraficantes. Calderón utilizó a las fuerzas armadas en “operativos conjuntos” que eran, más bien, realizados completamente por militares. Peña Nieto mantuvo la estrategia y López Obrador ha dado a las fuerzas armadas ya el control total de la seguridad pública.
Sin embargo, la violencia ha aumentado en lugar de disminuir. López Obrador tiene hoy 125 mil efectivos en la Guardia Nacional, contra 40 mil en la antigua Policía Federal, pero los homicidios en tres años y medio han sido más numerosos que en todo el sexenio de Calderón.
No comparto la idea de Ramírez Cuevas o de Epigmenio de que una policía militar equivale a una dictadura militar, pero es claro que los países democráticos se han cuidado de separar a sus policías de las fuerzas armadas. Lo que es inaceptable es que los mismos que antes rechazaban la militarización hoy la aplaudan solo porque la pide el Señor Presidente.
Inflación
El Pacto contra la Inflación y la Carestía, PCIC, ha resultado ineficaz hasta ahora. Los precios al consumidor han aumentado 8.15 por ciento anual hasta julio, la mayor cifra en 21 años, mientras que los precios al productor subieron 10.08 por ciento.
www.sergiosarmiento.com