Después del paso del huracán Ian por el occidente de Cuba, pocos imaginaban que podría causar tantos estragos. Un día completo sin electricidad en toda la isla; inundaciones en Pinar del Río al Oeste y la angustia en La Habana de más derrumbes de casas y edificios construídos antes de la revolución.
La población vive al día con el racionamiento; tiendas vacías, escasez de alimentos y refrigeradores apagados donde se echa a perder lo poco que guardan. Todo se degrada paso a paso, día con día, menos el miedo de la gente al gobierno represor. Las calles huecas por donde pasan los servicios, todo descarapelado, despintado con el tendido de cables eléctricos caídos.
La isla vive el momento más crítico desde el llamado “periodo especial”, cuando la Unión Soviética se disolvió. Según opinión de habaneros, la pandemia trajo lo peor que es la pérdida total de la esperanza. En los 90 vivía Fidel Castro, y con su embrujo verborreo contenía el descontento y las carencias de la época.
Hoy, con Miguel Díaz-Canel hasta las palabras perdieron significado. En su cuenta de Twitter, el Presidente cubano vuelve a las arengas mentirosas, a las promesas falsas cuando dice: “Gran reto para los cederistas en el 62 aniversario de los @cdr_cuba: sumarnos a todos a la recuperación del país… que vaya al frente la organización de masas más grande de #Cuba. ¡Felicidades!”
Los CDR son los comités de defensa de la revolución. ¿Qué pueden hacer los miles de cubanos que militan en ese mecanismo político de represión que son los comités? Nada.
Luego dar una felicitación es un insulto del tamaño del mundo. Por si fuera poco termina “Cuba por la recuperación, como un ciclón de voluntades”.
Un líder mundial de aguda percepción decía: “los cubanos se van a la cama con los oídos llenos de palabras y el estómago vacío”. ¿Hasta cuándo podrán vivir con esa dieta? ¿Hasta cuándo tendrán el valor de luchar masivamente por su libertad? Murió Fidel Castro y tal vez sea necesaria la muerte de su hermano Raúl para que despierten.
Cuando el gobierno mexicano exalta a Cuba, o mejor dicho, al régimen comunista, entendemos que tenemos dos países y uno de ellos frena al otro. Somos un país pujante de exportaciones, con una clase media que aspira a vivir mejor. En los estados fronterizos del norte el país avanza en ingreso, inversión y podría compararse con el espíritu empresarial de Chile o Corea del Sur. Hay otro representado por quienes creen aún en el dogma comunista marxista, en la vía totalitaria de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Son una pequeña minoría, lo malo es que muchos están dentro del gobierno.
Todo tiene un límite, incluso la resistencia del pueblo cubano. Algún día no lejano volverán a la rebelión si no hay un cambio urgente en su modelo de producción anacrónico. Como todo dogma, se rompe porque no puede cambiar, porque no evoluciona.
Nuestro país no es ejemplo de justicia, seguridad e igualdad de oportunidades, pero ha cambiado a lo largo del tiempo. La alternancia de tres partidos en el poder, la libertad de expresión y, lo más importante, la de pensamiento, de disentir sin miedo, ayudan a que en la pluralidad evolucionemos. La no reelección presidencial es el gran dique a la tentación totalitaria. Tal vez sea el único dogma que debemos conservar: Sufragio efectivo y no reelección.