La importancia de la paternidad y maternidad responsable radica en satisfacer una serie de elementos indispensables para el desarrollo y supervivencia de hijos e hijas; dentro de los más comunes tenemos, el derecho a tener nombres y apellidos, y en consecuencia, el derecho a su inscripción, a la determinación de la filiación paterna y materna según sea el caso y al suministro de alimentos.
La maternidad ha estado ligada por mucho tiempo con la creencia del instinto natural. Si bien es una situación que compartimos con otros mamíferos y puede crear una experiencia de conexión y apego, la decisión y el ejercicio de la maternidad y la crianza no lo viven igual todas las mujeres.
Algunas optan por esta alternativa como si fuera el camino más natural en la vida, otras eligen hacerlo si consideran que va acorde con el proyecto de vida, algunas más han decidido no ser madres. Es importante dejar de asociar la maternidad como un mandato o una variable que define y condiciona el valor de las mujeres. Por el contrario, el traer niñas o niños a este mundo es una decisión personal consciente que, en caso de tomarse, debe estar acompañada por el respaldo familiar, social y político para que se dé en las mejores condiciones tanto para las madres, como para la crianza de sus hijas e hijos.
Además, dejar de asociar la maternidad con un mandato social es indispensable para el imaginario de las niñas y adolescentes. Lo anterior para abrir nuevas opciones y no apoyar que se normalicen, e incluso incentiven, los matrimonios infantiles y los embarazos a edades tempranas, lo que trae una serie de riesgos para el cumplimiento de sus derechos.
La maternidad es una construcción cultural multideterminada, definida y organizada por normas que se desprenden de las necesidades de un grupo social específico y de una época definida de su historia. Se trata de un fenómeno compuesto por discursos y prácticas sociales que conforman un imaginario complejo y poderoso que es, a la vez, fuente y efecto del género. Este imaginario tiene actualmente, como piezas centrales, dos elementos que lo sostienen y a los que parecen atribuírsele, generalmente, un valor de esencia: el instinto materno y el amor maternal.
A partir de la consideración de que la “naturaleza femenina” radica en una biología que asegura ambos elementos, la maternidad es entendida como algo que está separado del contexto histórico y cultural, y cuyo significado es único y siempre el mismo. Más aún: cualquier fenómeno que parezca contradecir la existencia de los elementos mencionados, es silenciado o calificado como “anormal”, “desviado” o “enfermo”. Por eso los esfuerzos de algunas historiadoras y antropólogas por mostrar que también la maternidad es un fenómeno marcado por la historia y por el género —la cultura—, es indispensable para indagar en las complejidades que conforman su imaginario y el sentido de las prácticas que componen este fenómeno.
La práctica de la maternidad parece sintetizar tanto las contradicciones como los ideales del género en nuestra sociedad, influyendo en la producción de una experiencia femenina, compuesta por automatismos, tradiciones, costumbres y prescripciones sobre lo que una mujer debe ser; como práctica real o como posibilidad, es algo que a toda mujer se le plantea en algún punto de su proceso vital.
El hecho de que se siga pensando que la función materna (el cuidado y la atención de las y los infantes es responsabilidad solamente de las mujeres, impide que la problemática relacionada con la infancia tenga solución. ¿Qué pasa con estas sociedades que no solamente no saben proteger a sus niños y niñas, sino que son negligentes y crueles con las infancias?.
Traer niñas o niños a este mundo es una decisión personal consciente que, en caso de tomarse, debe estar acompañada por el respaldo familiar, social y político para que se dé en las mejores condiciones tanto para las madres, como para la crianza de sus hijas e hijos.
Las mujeres que son madres, independientemente de su edad o condición social, son sujetas de derechos. Reconocer que las mujeres pueden elegir si son madres o no, nos permite hablar de la maternidad desde un enfoque de derechos. Algunas niñas, adolescentes y mujeres que son madres no tuvieron la oportunidad de decidirlo.
La responsabilidad de los cuidados de niñas y niños no es únicamente de las madres. Garantizar espacios donde el respeto esté al centro del acompañamiento al desarrollo de la niñez, para que crezcan en condiciones de amor, seguridad y bienestar, nos toca a todas y todos. Ser madre no debe ser un ejercicio solitario, sino social.
De cualquier forma como se haya dado, una felicitación a todas las madres ya que por ellas estamos aquí.
¡Por la Construcción de una Cultura de Paz!
manuelramos28@gmail.com