No existen los caminos fáciles. Todos presentan siempre vericuetos, obstáculos grandes o pequeños y otra suerte de cuestiones que quien los recorre debe sortear para llegar a su lugar de destino. Al mismo tiempo, cada trayecto representa una odisea, un periplo en el que sus protagonistas tienen la oportunidad ideal para demostrar de qué están hechos, así como la verdadera naturaleza de las intenciones que los mueven de un lugar hacia otro.
La vida y la literatura están llenas de ejemplos concretos de lo anterior; la figura de los caminantes ha sido abordada en diversas novelas de los siglos XIX y XX, en las que aparecen desde viandantes hasta peregrinos y viajeros errantes, quienes fueron retratados por escritores como Marcel Proust, Víctor Hugo y Jack Kerouac.
Quienes nacimos y crecimos en tierras donde predomina la aridez del semidesierto y la gran mayoría de los trayectos se recorren a pie aprendimos desde muy temprana edad a ver las dificultades del camino no como obstáculo, sino como un reto a vencer. Es algo que traemos en la sangre, quizá lo debemos a nuestra herencia chichimeca, porque estamos acostumbrados a plantarle cara a las adversidades y aprovecharlas en nuestro favor.
Por ello, a lo largo de mis más de 40 años de trayectoria como político, también he debido transitar por diversos caminos, muchos de ellos nada fáciles; sin embargo, durante este proceso también tuve la gran oportunidad de enriquecer mi experiencia personal y profesional.
Desde aquel 1998, cuando tomé una de las primeras decisiones trascendentales de mi vida política al enfrentar al oficialismo y contender por la gubernatura de mi estado natal, Zacatecas, caí en cuenta de que no hay camino difícil ni ruta más adversa que logre imponerse a la voluntad férrea de quien tiene plena convicción de transitarlo, máxime cuando se hace con la compañía y el respaldo de las personas que comparten la visión de trabajo a favor de los demás y la certeza de que siempre será posible mejorar la vida de la gente.
Este fin de semana refrendé mi visión, al presentar mi registro oficial como aspirante a coordinar los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación. Lo hice arropado por mi familia, mis compañeras y compañeros de lucha y por decenas de personas que simpatizan con el espíritu de unidad y el ánimo de continuar transformando al país.
Ahí dimos lectura a los compromisos que he asumido para este proceso, todos importantes, como el de aceptar los resultados y, especialmente, no descalificar al resto de las personas participantes, a quienes también expresé mi total respeto.
Asimismo, celebré la inteligente y afortunada decisión de la dirigencia de Morena de resolver con equidad el gran dilema del financiamiento durante esta etapa del proceso, ya que ayudará a quienes no disponemos de recursos, los cuales serán escrupulosamente utilizados de nuestra parte; además, esto ayudará a blindar el proceso de cualquier actividad ilegal.
Inicia de esta manera otro camino no menos trascendental en mi vida. Incluirá a toda la República mexicana, para encontrarme y reencontrarme con las y los ciudadanos y compartir la visión y el proyecto que tenemos para dar continuidad a la transformación del país.
Estoy seguro de que esta ruta no traerá obstáculos, pero sí bastantes retos consigo. Tengo la plena certeza de que las más de cuatro décadas de experiencia política y de contacto permanente que he mantenido con las personas serán determinantes para llevar a buen puerto esta encomienda.
Se trata de una caminata en la que también, y afortunadamente, cuento con el apoyo de mis hijas e hijo, de mi esposa y de cientos de personas que han transitado varias rutas junto conmigo y que igualmente se han forjado en la adversidad, impulsados y animados por el deseo y la convicción de trabajar por un mejor país para todas y para todos.
@RicardoMonrealA