En una columna en Político, Jim Messina, quien manejó la campaña de reelección de Barack Obama en 2012 y fuera el número dos en su oficina de asesores, nos recuerda que: las elecciones las deciden los votantes, no las encuestas.
Hace referencia a que en 2011, Nate Silver, el encuestador más prestigioso por sus aciertos en contiendas previas, dijo que tanto Obama como su campaña estaban acabados. La revista del New York Times publicó en noviembre de ese año que Obama tenía 17% de posibilidad de ganar la elección. Otros medios hicieron eco a esos números. El resultado de generalizar esa narrativa fue que titubearon aliados y donantes a la campaña, y se volvió difícil movilizar gente en eventos del candidato.
Se vive una situación paralela. Una encuesta del New York Times y Siena College estableció que, si la elección fuera hoy, Trump derrotaría a Biden en seis estados clave. Sólo tres días después, los Demócratas barrieron con los Republicanos en Ohio, Virginia, Pensilvania y Kentucky, estados donde se anticipaban victorias de estos últimos. La conclusión que saca Messina es que las encuestas, cuando falta tanto para la elección, no son confiables. En la reelección de Obama, éste ganó 9 de los 10 estados clave donde Romney estaba empatado en las encuestas un año antes. Otra encuesta de Gallup predecía que Obama perdería por 5 puntos en 12 estados clave, y acabó ganando en 11 de los 12. En la elección de Clinton se dio un fenómeno similar.
Podemos hacer muchos paralelos con la elección que viene en México, la más grande en nuestra historia. Morena insiste en que ésta ya está decidida, aun cuando ni siquiera la precampaña ha comenzado. Muchas de las plumas que han aceitado por años repiten obedientes ese mensaje y, sorprende (o no tanto) que también lo hagan otros deslumbrados por el mismo espejismo.
Como dice Messina, “no se puede predecir lo que todavía no pasa”, queriendo decir que no tenemos la menor idea de cómo estarán ni México ni el mundo en junio de 2024. Las opiniones de los electores cambian y quienes tienden a contestar contundentemente a estas alturas son sólo los leales militantes de uno u otro lado. La mayoría del electorado todavía no está prestando atención.
A estas alturas del ciclo sabemos un par de cosas. Primero, que Sheinbaum lleva todo el sexenio en campaña. El Presidente sabía que tenía bajo reconocimiento de nombre a nivel nacional, por lo cual se avocó a promoverla temprano. La coraza de Jesús Ramírez y la complicidad de muchos medios la han blindado, buscando minimizar el daño del Colegio Rébsamen y de la Línea 12, pero el reflector de una campaña presidencial es cruel y la hará más vulnerable. Tendrá que defender también los miles de muertos por violencia, por pandemia, el desastre de seguridad, de salud pública, Acapulco y otras tragedias. En la otra esquina está Xóchitl, todavía con bajo reconocimiento de nombre y altos negativos debido a que es el Presidente quien la ha definido en el imaginario colectivo. Eso cambiará cuando el electorado sea capaz de verla y evaluarla con sus propios ojos. A riesgo de decir algo evidente, la candidata de la oposición no podría ser mejor, no sólo por su simpatía y origen, sino también por su fuerza y empatía. La candidata oficial es débil, y su jefe la debilitó más aún al dejar claro que él mandaba en la definición de candidaturas, y carece totalmente de carisma y de empatía.
Las precampañas arrancan el lunes. Las encuestas se empezarán a cerrar cuando los electores puedan contrastar a ambas candidatas. Evidentemente, esta es una elección de Estado. Sheinbaum contará con todos los recursos de éste, con 23 gobernadores operando a su favor, y como jefe de campaña tiene al hombre más poderoso de México. Pero la victoria de Vicente Fox en 2000 y el tercer lugar del PRI en la contienda presidencial previa demuestran que no siempre es el partido en el poder, o quien gasta más, el que gana. Los electores son capaces de ver más alllá de lo que quienes buscan retener el poder quisieran. El electorado, no las encuestas, decidirá el futuro de México.
@jorgesuarezv