Hasta hace algunas décadas, la cuaresma para los católicos se asociaba con el ayuno. Se concebía como una etapa de privación voluntaria del alimento, además de un proceso de purificación del cuerpo y el alma como antesala (larguísima) de 40 días (de ahí su nombre) para la gran fiesta de la Iglesia: la Semana Santa. Diferentes religiones del mundo, como el judaísmo, el islam o el budismo incluyen también periodos de ayuno como conmemoración de eventos especiales como el Ramadán o el Yom Kipur, entre muchos otros.

En el mundo cristiano, la exigencia de ayuno se fue diluyendo, no sé si como consecuencia de la abundancia generada por la expansión económica que marcó la posguerra mundial del siglo XX, y pasó a convertirse en la abstinencia de alimentos cárnicos un día a la semana. Frente al exceso de alimentos, nunca experimentado en la historia de la humanidad, privarse de comer diariamente parecía, además de una costumbre arcaica, una locura sin fundamento.

Valter Longo nació en Italia y desciende de una familia calabresa proveniente del pueblo de Molochio. En su juventud emigró a los Estados Unidos con la idea de convertirse en una estrella del rock. Sin embargo, tras lograr inscribirse en una de las mejores instituciones de enseñanza musical, descubrió que su destino estaba en el estudio del envejecimiento, por lo cual se dedicó desde entonces a la bioquímica. Sus experimentos en la UCLA y en asociación con universidades norteamericanas de primer nivel, lo llevaron a descubrir los efectos de las proteínas y azúcares que consumimos en genes que aceleran el envejecimiento y pueden causar enfermedades como el cáncer o la diabetes. Director del Instituto de Longevidad de la Facultad de Gerontología de la Southern California University, donde también ejerce de profesor, y director del laboratorio de oncología y longevidad del Istituto di Oncologia Molecolare (IFOM) de Milán, realizó también estudios sobre el efecto de diversos tipos de dietas en la longevidad de personas en las zonas azules (lugares del planeta donde una cantidad inusual de personas llegan con plenas facultades a edades superiores a los 100 años). 

A la prescripción de alimentos y cantidades ideales para consumir, Longo añadió también los efectos del ayuno, no sólo para la pérdida de peso, sino también para controlar enfermedades como la diabetes y mejorar la eficacia de las quimioterapias contra el cáncer.  

Los estudios de Longo y sus resultados, avalados por pruebas científicas y estudios serios aportados en la bibliografía, pueden confirmar que el ayuno no sólo respondía a una convicción espiritual, sino también a una optimización de los ciclos metabólicos y de mantenimiento de los diferentes sistemas del cuerpo humano. Esto, aunado a una dieta relacionada con los alimentos tradicionales de nuestros ancestros y a una restricción de azúcares y proteínas, permiten a cualquier adulto mejorar su salud y prolongar su vitalidad por más años. 

En estas décadas de exceso y alimentos chatarra o ultraprocesados parecería una locura hablar de comer menos o de no comer, sin embargo el libro de Longo puede ser de gran ayuda para quienes deseen mejorar su condición de salud o alcanzar una ancianidad mejor a la que viven nuestros contemporáneos. 

Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

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