Por Priscila Arriaga
Al día siguiente, a las 10:00 am en punto comenzó el reto. Yago llevó un tablero con varios círculos dibujados, un punto blanco grande al centro y 4 dardos con la punta de metal bastante afilada con unas pequeñas plumas rojas al otro extremo. Lo colgaron en un clavo viejo de una pared del patio, lanzaron una moneda para decidir quién tiraría primero. Ganó Casio. Primer tiro, fuera del centro, segundo tiro, al centro. Yago festeja con un grito de alegría. Tercer tiro, fuera del Centro. Cuarto tiro, fuera. Es turno de Yago, con una sonrisa maliciosa se sacude las manos en el pantalón, quita los dardos del tablero, y camina para comenzar su turno. Primer tiro, al centro. Segundo tiro, al centro. Casio gruñe enojado. Tercer tiro, centro. Ya no tira el cuarto. Se da la vuelta hacia Casio y con una sonrisa burlona le dice:
-Mañana en el descanso, quiero a “Desdemon”, y se fue caminando fuera del patio.
Mientras esto sucedía en el patio, Rodrigo y Otelo se encontraban dentro del salón de clases. Como parte del plan, Yago quería esparcir el rumor de que Casio, quería robarle su juguete a Otelo porque pensaba que él lo merecía más: ese juguete se veía mejor en un niño más grande y fuerte. Para esa parte del plan, Rodrigo era el indicado. Sabía del coraje y la envidia que sentía por Otelo, y si le contaba esto, de inmediato se lo contaría a éste. Y, por supuesto, su plan resultó.
Casio debía cumplir con su parte del reto. De lo contrario quedaría humillado. ¿Qué clase de hombre incumple su palabra tras perder un reto? No tuvo más que pedirle prestada la camioneta por una tarde a su entrañable amigo. Pensó, “Es mi mejor amigo, no creo que la extrañe sólo por una tarde”.
Sin pensarlo tanto, al regresar al salón de clases, Casio se acercó a Otelo:
-¡Amigo!, mañana por la tarde me quedaré solo, sin quehacer y no quiero aburrirme. Me prestarías sólo por esa tarde tu camioneta de control remoto?
Cuando Casio le dijo esto, Otelo de inmediato pensó en las palabras de Rodrigo a la hora del descanso:
“Ey, Oti, amigo , no vayas a decir que yo te dije. Pero, te digo esto porque me caes bien. En el patio, Casio apostó a que se quedaría con tu camioneta porque él se ve mejor con ese tipo de juguete. Dice, que… este.. esos juguetes son para niños más como … como él … ya sabes… grandotes. Que, en ti, “Desdemon” se ve RI DÍ CU LO! Yo sólo te cuento esto porque no me gusta que se diga tu amigo y con los otros diga estas cosas. Un amigo te dice la verdad… como yo. Sé que ya te ha robado las pilas del control e hizo planes para jugar con ella mañana por la tarde. Deberías revisar su mochila y comprobar que lo que te digo es verdad”.
Los sentidos de Otelo comenzaron a nublarse, a llenarse de dudas. Sería posible que su amigo del alma quisiera robar su más preciada posesión. Aprovechó cuando Casio tuvo que ausentarse del salón y pidió permiso para ir al baño. Se abalanzó sobre la mochila de su amigo: ahí estaban las pilas. Rodrigo las había colocado unos minutos antes de contarle toda la historia a Otelo. Sabía que iba a encontrarlas.
En cuanto volvió Casio al salón, Otelo totalmente enfurecido, tomó a “Desdemon” y la azotó contra el piso gritándole “Esta cosa si no te gusta para mí, tampoco será para ti, ni para TUS VERDADEROS AMIGOS”. Totalmente asombrado, Casio le pregunta:
-Otelo, pero ¿Qué te pasa, te has vuelto loco?, ¿Por qué has roto tu juguete favorito?
Otelo le confiesa todas las cosas que le ha dicho Rodrigo y éste al saberlo, le hace saber que todo ha sido una mentira.
Después de toda la confusión, Yago convence a Casio de que lo que hizo Rodrigo no está bien; y debe ser castigado y hasta expulsado. “Desdemon” era un objeto muy valioso y su mentira no debía dejarse sin castigo. Para su mala suerte, Rodrigo escuchó a Yago mientras intentaba convencer a Casio sobre su castigo, su expulsión. Sabía que sus padres no podrían pagar otra escuela, y se quedaría sin estudiar por mucho tiempo. No lo permitiría.
Decidió revelar todo, les envió una nota a Otelo, Yago y Casio, citándolos en el tablero de tiro al blanco en el descanso del día siguiente a las 10:00 am. Llegaron uno por uno. Al estar todos, Rodrigo se paró frente a Otelo y contó todo lo sucedido: el plan de Yago, la mentira, todo. Otelo cayó en la cuenta que había destrozado a su objeto más preciado, su ilusión. Sin decir una palabra, derramó unas cuantas lágrimas y se dio la vuelta. Fue a Otelo a quien no volvimos a ver en la Primaria Venecia. FIN
Envíanos tu cuento a: latrincadelcuento@gmail.com