Brazos en alto, brincos constantes y sonrisa prolongada marcaron la efusividad más icónica y recordada del deporte mexicano en la historia de los Juegos Olímpicos. Tan grande y emotivo, el momento sigue latente en el refrescamiento de la memoria de los que fueron testigos, porque aún y cuando están por cumplirse 24 años de su proeza, la leyenda de Soraya Jiménez no ha quedado (y no puede) quedarse en el olvido.
Primera mujer mexicana en ganar una medalla de oro en Juegos Olímpicos, Soraya tocó fibras de millones de ciudadanos de su tierra natal al sobreponerse a la adversidad de las lesiones y levantar, por todo lo alto, 222.5 kilogramos totales dentro de la categoría de 58kg que integró la edición de los Juegos Olímpicos de Syndey 2000.
Su vida deportiva comenzó llena de curiosidad y adhiriéndose por completo al aprendizaje por medio de una metodología comúnmente placentera y regocijante, pero a la vez sufrida y agotadora: la de la prueba y el error.
De acuerdo con Julio Morales (2022) en su medio Iron Equipment, la oriunda de Naucalpan comenzó a jugar baloncesto junto a su hermana gemela, Magali Jiménez, con quien compartió equipo en la primaria.
Como todo en la vida, probar es parte de crecer y fortalecer el carácter y en la vida de Soraya, esto se aplicó a la perfección. Y es que después de adentrarse al bádminton y a la natación, comenzó la pasión que edificó por completo su legado en la República Mexicana.
Entre los 11 y 14 años, Soraya emprendió su vuelo sin retorno al mundo de la halterofilia. Si llegó ese momento de duda que todo ser humano experimenta a la hora de adentrarse a algo realmente nuevo, ese mismo se disipó por completo a los 19, cuando ganó su primera medalla de oro en el Torneo Internacional Simón Bolívar que se disputó en Venezuela, donde levantó 170 kilogramos.
A pesar de las constantes lesiones, la mexicana no se inmutó y pudo lograr la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos de Maracaibo en 1998 y la de plata en los Juegos Panamericanos de 1999.
Su técnica, que comenzó a ser perfeccionada con la mentoría de su entrenador personal, Georgi Koev, fue demostrada ante los ojos de todo el mundo en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000.
Del 15 de septiembre al 1 de octubre del año donde inició el nuevo milenio, el globo terráqueo se volcó por completo a los deportistas que cimentaron su mote de héroes gracias al rendimiento en sus respectivas disciplinas.
Tres días después de la inauguración, el lunes 18 de septiembre, Soraya Jiménez provocó que cientos de miles de mexicanos madrugaran a las cinco de la mañana y resonaran en todo el país los gritos de apoyo hacia su persona.
Las 16 horas y los más de 12 mil kilómetros de diferencia no fueron impedimento para que Soraya, envuelta en aplausos y consignas de apoyo, lograra ser la primera mujer mexicana en colgarse una medalla de oro.
La proeza se magnificó por su rival, la norcoreana Ri Song Hui, que era favorita por dos razones: ser la poseedora del récord y la campeona actual de levantamiento de pesas.
Entre ambas, se disputó la medalla de oro y después de que la asiática levantara 122.5 kilogramos en su último intento, Soraya, quien debía levantar un poco más y no conformarse con el empate que le daba el segundo lugar, sorprendió a todo el mundo deportivo.
Con 127.5 kilogramos levantados en su último intento, Jiménez logró lo impensado: colgarse la medalla de oro con un total de 222.5 kilogramos dentro de la categoría de 58kg.
Quizá sin buscar la necesidad, pero justo después de su proeza, Soraya Jiménez comenzó a acaparar las portadas de distintos medios de la República Mexicana por su icónico logro.
Su imagen, de alegría y serenidad a la hora de entonar el Himno Nacional de México, es mítica y le recuerda a la memoria esa emoción que le puso la piel chinita a millones de mexicanos.
Lastimosamente, el destino y sus azares, aunado a malas decisiones, le jugaron una mala partida. 14 operaciones en la pierna izquierda, cinco paros cardiorrespiratorios, tres cuadros de influenza y la pérdida de un pulmón, afectaron de lleno su vida personal y profesional.
13 años después de subir a lo más alto del podio, perdió la vida por un paro cardíaco el jueves 28 de marzo del 2013, cuando solo tenía 35 años de edad. La noticia estremeció a todo México.
Hoy, a menos de 55 días para la edición número 33 de los Juegos Olímpicos, su legado es imborrable y regresa a la mente de propios y extraños.
Soraya Jiménez, esa primera medallista olímpica mexicana, es una leyenda y es inevitable no recordar las emociones que hizo sentir a millones de personas en el mundo por su entrega, dedicación y resiliencia para salir adelante.