Pongamos tres ejemplos sobre la mesa:

 

Caso 1: le dicen a usted que tiene anemia. Ahora bien, ¿de que tipo es?, ¿cuál es su origen?, ¿es derivada de un proceso de deficiencia de nutrientes o causada por alguna enfermedad onco-hematológica? o ¿será acaso una manifestación de un problema subyacente renal?

Caso 2: en los últimos meses usted ha orinado con mayor frecuencia de lo habitual y de manera anormal manifiesta una sensación de sed constante, sumándose que sin causa aparente ha estado perdiendo peso. ¿Será diabetes? y si es esta la sospecha ¿cómo confirma el diagnóstico?

Caso 3: en días recientes usted ha presentado malestar general, cefalea, fiebre, tos y secreción nasal y le dicen que “puede ser COVID”. ¿Cómo tener certeza de esta condición?, ¿qué se requiere para hacer un diagnóstico preciso?

Pues bien, las entidades clínicas antes descritas y muchas otras más, requieren de uno o varios estudios de laboratorio para establecer un diagnóstico, tener una aproximación pronóstica o estadificar algún padecimiento. La clínica, si bien ha sido el pilar del ejercicio médico, necesita (y en una miríada de ocasiones depende) de una o varias herramientas diagnósticas como las que proporciona el laboratorio clínico.

Los profesionales que laboran en estas organizaciones poseen conocimientos, habilidades y destrezas que no son del dominio universal del personal médico o clínico tradicional y son responsables del procesamiento oportuno y correcto de multitud de especímenes, orientados a proporcionar resultados de calidad que sean útiles y confiables para los médicos (colaborando a una toma de decisiones correcta) y para los pacientes (con la certeza de que la información obtenida es veraz).

Durante la pandemia, la integración diagnóstica confirmatoria con respecto a COVID-19 recayó en estos servicios, siendo una actividad que aún continúa. El procesamiento y emisión de resultados de pruebas de PCR y tests antigénicos rápidos, así como otros relacionados a las manifestaciones clínicas de esta enfermedad (estudios de química clínica, hematología, coagulación, biomarcadores de inflamación, entre otros) fueron y son el día a día de estos profesionales. La participación del personal para atender a pacientes en áreas de riesgo (triage respiratorio, hospitalización u otros sitios de exposición directa a SARS-CoV-2) ha sido constante e ininterrumpida en poco más de dos años.

A últimas fechas, con la aparición de la nueva variante Ómicron, la necesidad de pruebas diagnósticas confirmatorias con uso clínico, epidemiológico e incluso laboral, ha aumentado considerablemente y los esfuerzos de los que integran los laboratorios clínicos se han magnificado. A lo anterior se suma la “recuperación de servicios”, en la cual se atiende a toda esa población rezagada en dos años de pandemia que no puede esperar más para ser atendida, por las consecuencias nefastas que esto ocasionaría.

Las últimas semanas han sido sumamente difíciles, pues los contagios van en aumento en los colaboradores del laboratorio clínico. Día a día se pierden recursos humanos y se hace más pequeño el escuadrón que debe dar batalla a la afrenta epidemiológica actual. De igual manera, los recursos se vuelven más limitados y hay cada día menor disponibilidad de pruebas y la demanda de la población se hace mayor.

Si bien en la mayoría de los profesionales de laboratorio clínico apremia el sentimiento de responsabilidad, empatía, colaboración, flexibilidad y adaptabilidad, ya se aprecian manifestaciones de agotamiento, burnout y una percepción de abandono, dejadez y falta de atención y compromiso de aquellos quienes se precian de llevar la batuta en la atención a esta contienda sanitaria. Percepción que es sentida y demostrable y que desafortunadamente no es nueva. El desamparo a los servicios “auxiliares” de diagnóstico ha sido una constante y se les vilipendia con omisiones e inacción, al no proporcionarse los recursos de infraestructura, tecnología, insumos, reactivos, materiales y sobre todo humanos que son necesarios para proporcionar una atención clínica de calidad.

Este es un foco rojo. Los servicios de diagnóstico están muy lastimados y podrían rozar la inoperancia si no se les presta atención y se llevan a cabo acciones para fortalecerlos. Se requieren actuaciones puntuales y expeditas para robustecer a los servicios diagnósticos en todas sus modalidades, pues es lo que la población demanda y merece. Como en otras ocasiones, siendo ya una nefasta costumbre: autoridades, van tarde.

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