En Colombia las elecciones presidenciales trascienden al país sudamericano por lo que está en juego. Poco a poco en el continente avanzan distintos modelos de gobierno cobijados por viejas ideologías. El líder en las encuestas para mayo es Gustavo Petro, un luchador de izquierda.
Al igual que otros líderes latinoamericanos, Petro gana simpatías por su lucha en contra de la desigualdad y la falta de movilidad social que aqueja a Colombia. Lo mismo que López Obrador en México, Xiomara Castro en Honduras y Gabriel Boric en Chile o Alberto Fernández en Argentina, la izquierda llega al poder -o regresa con el peronismo argentino- a través de la democracia. Un avance en el sistema de libertades construidas en las últimas décadas.
El problema es la multiplicación de los panes, valga la metáfora. Para avanzar en cualquier sistema es indispensable elevar la productividad y crear cambios sólidos en la administración pública. No puede haber mayor bienestar ni posibilidades de sacar de la pobreza a millones si no se desarrollan los mercados y se mejora la administración pública; si no se agrega valor a cada empresa e institución.
El mejor ejemplo es China. Cuando el gigante asiático liberó la capacidad de producir, exportar y construir, fuimos testigos de la mayor formación de riqueza en la historia de la humanidad en apenas 4 décadas. Antes del 2030, China va a erradicar la pobreza. Es asombroso: de 200 dólares por habitante en 1978, hoy superan los 10 mil. Un aumento de la productividad multiplicado por 50. Expertos auguran que su economía será 2 o 3 veces más grande que la de Estados Unidos, tan sólo por el número de habitantes.
China adaptó el modelo capitalista más neoliberal del mundo a su economía, luego usó el poder de una dictadura totalitaria para alinear sus metas sociales (no es un ideal humanitario). En cambio, en Latinoamérica la izquierda comienza por repartir antes de multiplicar. Argentina, el caso más patético, pasa de una crisis a otra porque el deporte favorito de sus habitantes no es el fútbol sino sacar dólares al extranjero. Mientras tanto, su gobierno imprime dinero como solución a muy corto plazo para dar gusto a los electores.
En Colombia surge Rodolfo Hernández, un empresario de 76 años que ofrece una alternativa simple: una mejor administración sin corrupción. Como ejemplo pone la ciudad de Bucaramanga, de medio millón de habitantes, que “recibió quebrada y endeudada”. La administró con honestidad, pagó la deuda y dejó en caja unos 25 millones de dólares (100 mil millones de pesos colombianos).
Lo interesante para Guanajuato y para nuestra realidad es su oferta: “Bucaramanga fue mi laboratorio para el país”. Ejemplifica con la construcción de un edificio (el candidato es ingeniero). Para construir 10, 20 o 100 pisos, hay que estudiar el lote para encontrar su resistencia. Antes de edificar hay que modelar.
Con ese ejemplo y una campaña intensiva en redes sociales el “Ingeniero”, como le dicen, avanza en las encuestas. Con voz cansada pero una mente lúcida, dice que está dispuesto a gastar unos 10 mil millones de pesos colombianos de su bolsa para la campaña (unos 50 millones mexicanos). Pone parte de su ahorro de 42 años de trabajo como empresario para cambiar a Colombia.
Guanajuato debería ser el modelo, el laboratorio del país para que el PAN pudiera regresar de nuevo a la presidencia. Muchas cosas tendrían que cambiar para construir ese laboratorio. (Continuará).
Al ” Ingeniero” puede conocerlo en TikTok. Llama la atención su sencillez para expresarse.