Las primicias del zafarrancho en el estadio Corregidora eran escandalosas. Corresponden con las fotografías y los videos publicados por aficionados en las redes. El diario deportivo Récord decía que “extraoficialmente” había 17 muertos por los enfrentamientos. Más tarde redujeron la cantidad a 15.

La cifra parecía creíble porque el periódico especializado es un medio serio, además había cuerpos tirados en el cemento, descamisados en medio de charcos de sangre. Si no hubo esos 15 o 17 muertos fue por gracia del destino porque la violencia de los agresores mostraba la irracionalidad de quien no tiene límites y quiere matar. Más cuando eran muchos contra uno, como en los linchamientos.

A medida que pasó el tiempo y poco antes de la medianoche el Gobierno de Querétaro aclaró que eran 22 lesionados, algunos de gravedad. Al momento de escribir estas líneas, los números no han cambiado y las versiones no quedan claras.

A Twitter llegó la guerra de la cancha, ahora traducida a enfrentamientos entre fanáticos o “barras” de la política. De un lado el bando de los morenistas y del otro quienes culpan al clima de crispación y violencia que hay en el país como fermento de sucesos bestiales.

En el microcosmos del estadio de Querétaro, supimos lo que sucede cuando no hay autoridad. La naturaleza humana responde a las pasiones liberadas en beligerancia si no hay quien pueda detenerlas con igual o mayor violencia. El partido de Gallos de Querétaro contra Atlas de Guadalajara, tiene el condimento de presuntas luchas entre cárteles. El Atlas no calentaba a nadie hasta que conquistó su corona el año pasado. El Gallos nunca se distinguió por ser un equipo sobresaliente. ¿De dónde salió tanta pasión?

Querétaro es una ciudad pacífica y controlada por la policía estatal y municipal. Bueno, eso es lo que sabíamos hasta el sábado pasado. Al ver fotos y videos del enfrentamiento, encontramos que las “barras” tienen cuentas por cobrar distintas al deporte. ¿Cuáles son? No lo sabremos hasta que el Gobernador de Querétaro y sus policías y fiscales den con los involucrados. Gracias a la participación de muchos espectadores que grabaron los hechos, las autoridades pueden difundir las fotos de los agresores que están bien identificados.

Para Mauricio Kuri, gobernador del PAN quien recién tomó posesión, es la primera prueba de su competencia. Si pronto detiene a los rijosos, mostrará el músculo que tienen pocos estados para salvaguardar la paz y la justicia en su entidad. Kuri salió muy enojado después del conflicto, pero nunca dijo por qué el estadio no fue intervenido por la policía de inmediato.

El video de un policía muy tranquilo, hablando por celular, muestra que sus superiores tuvieron noticia oportuna del enfrentamiento y no cumplieron con su deber. En el extremo de la pasión, un video muestra a un guardia privado que agrede a los aficionados del Atlas. El temor de la afición es que la FIFA nos saque del mundial. Eso no sucederá, aunque la mala fama de México por los gritos homofóbicos, muestra que buena parte de la afición actúa irracionalmente.

A los hooligans en Inglaterra y Europa los pararon con castigos severos e incluso cárcel. Si aquí no encierran a nadie y prevalece la impunidad, al tiempo se repetirán las batallas de las barras. La afición tranquila merece justicia. Nunca más deben las familias refugiarse en la cancha de juego para no ser agredidas, nunca más debe permitirse un juego con “barras” y sin suficiente fuerza pública para evitar lo que sucedió en Querétaro.

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