El aeropuerto internacional Felipe Ángeles es una gran obra, un aeropuerto que muchas ciudades quisieran tener por su magnitud y modernidad. Tres pistas de más de 4 kilómetros de longitud. Amplios espacios para crecer y una terminal moderna e impecable. 

Los críticos de la obra la habían nombrado como una “central avionera”. Nada más equivocado. Es una gran obra, un aeropuerto moderno con la mejor infraestructura. Su torre de control e instalaciones son impresionantes.

Su construcción,  impecable. Las pistas de concreto tienen la especificación para recibir cualquier tipo de aeronave, lo mismo que sus calles de rodaje y sus plataformas. Aunque tiene 14 estaciones de desembarco, cuenta con estaciones remotas para recibir múltiples operaciones. 

La terminal es moderna, con instalaciones propias de cualquier aeropuerto internacional. Pisos de mármol, salas de abordaje amplias y espacios comerciales suficientes para dar servicio a los viajeros. Cualquier ciudad del País estaría de fiesta si tuviera ese puerto aéreo. 

Además cuenta con el atractivo de dos museos: uno de la historia de los aviones de la Fuerza Aérea Mexicana y otro con la de los restos de mamuts encontrados durante su edificación. Alrededor hay una ciudad, donde la antigua base aérea edificó cuarteles, centros comerciales y lugares de esparcimiento para los militares. 

La obra debió costar unos 150 mil millones de pesos, incluídas las instalaciones para el Ejército mexicano. La planicie al norte de la CDMX tiene el espacio suficiente para crecer y dar servicio futuro a múltiples operaciones militares, de transporte de pasajeros y carga. 

Los ingenieros militares lograron construir en tiempo récord. Ningún aeropuerto de México es tan moderno, amplio y funcional como el Felipe Ángeles. 

El problema es que no funciona. Sus largos pasillos y salas de abordar están solas. Apenas seis vuelos dan servicio y sólo dos o tres tienen los pasajeros suficientes para que las aerolíneas hagan negocio. Unos mil pasajeros diarios usan las instalaciones. Viva Aerobús, Aeroméxico y Volaris vuelan a Tijuana, Monterrey, Guadalajara, Villahermosa y Mérida. 

Con precios subsidiados en los impuestos del TUA, quiere ganar mercado al Aeropuerto Internacional Benito Juárez. Seis operaciones diarias no son suficientes para mantener el gasto del personal que ahí trabaja, menos para justificar la inversión. Los resultados de su construcción son muestra de que fue un capricho político y no una solución económica.

Quienes están al frente de la operación son excelentes servidores públicos, esforzados en brindar la mejor atención; saben que tienen una enorme tarea por delante. El 90% de los locales comerciales están vacíos, al igual que los pasillos y accesos a las salas de abordar. A las 6 pm, la actividad termina.

No cabe duda que los encargados de su construcción cumplieron con creces las expectativas. En apenas 2 años y medio edificaron el mejor aeropuerto de México. El Ejército sabe construir y hacerlo bien. Todo luce impecable en la ciudad que rodea al Felipe Ángeles.

El problema es su ubicación y la división del pasaje con el Benito Juárez, que con más de 800 vuelos diarios, permanece como el Hub limitado y obsoleto del país. Llama la atención que el propio López Obrador tenga que pedir a los directivos de las aerolíneas nacionales que incrementen sus vuelos desde ahí. Aeroméxico suspendió su vuelo a Villahermosa porque sólo llevaba 20 pasajeros. Pasarán muchos años para que esa obra dé frutos, mientras tanto el Gobierno tendrá que pagar el costo de sostener un hermoso elefante blanco que no es negocio. (Continuará)

 

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