Jack Ma, el creador de Alibaba, inicia su vida profesional como maestro de inglés; descubre en Estados Unidos la potencia del internet y decide crear una empresa para que sus compatriotas chinos puedan vender sus productos al mundo. ¿Cuánto costó a China educar a un ciudadano de origen humilde, creador de una empresa que vale cientos de miles de millones de dólares? Cacahuates. (Peanuts dicen en Inglés)
La educación no tiene comparación como inversión cuando puede desplegar sus beneficios en un entorno de iniciativa individual. De nada sirve la ignorancia en el mejor país del mundo ni la sapiencia de un físico nuclear en Cuba o Venezuela. La mezcla de conocimiento, talento, perseverancia y un mercado libre dan el resultado del mayor crecimiento y creación de riqueza.
En Corea del Sur lo saben bien, por eso los maestros son venerados y recompensados por su capacidad de enseñar. Ahí son “rock stars”, ídolos de multitudes y prósperos emprendedores. En China, hasta hace poco, había un floreciente negocio de enseñanza privada para afinar las competencias de los alumnos. Por desgracia Xi Jinping, el líder autócrata, volvió al pasado comunista y frenó el desarrollo de las grandes empresas como Alibaba, Tencent y la educación privada.
La educación en libertad produce diferencias, desigualdades naturales que pocos están dispuestos a aceptar. El fenómeno se llama mérito, acompañado de la competencia. En Asia, la educación y la meritocracia crean la mayor riqueza registrada en la historia de la humanidad. En México, tenemos miedo a que el liberalismo produzca diferencias sociales, discriminación y concentración de la riqueza. En países desarrollados como Dinamarca, Suecia y Finlandia lo resuelven con un sistema fiscal social que ayuda a mitigar la pobreza y crea oportunidades para todos.
En Guanajuato no debemos temer al talento, ni oponernos a una meritocracia, comenzando por los cuadros que nos gobiernan. El mayor igualador social es la educación. Fue lo que mantuvo al PRI en el poder durante 70 años. Había crecimiento y movilidad social. La educación pública permitió el ascenso de talentosos jóvenes como Ernesto Zedillo, quien desde una familia de clase media, llegó a la presidencia, estabilizó la economía y hoy es el más destacado y respetado de los ex presidentes de México. El Politécnico Nacional es su alma mater.
Parece chiste pero es realidad. La Cuarta Transformación desprecia el conocimiento, el mérito y la competitividad. Quienes estudiaron en el extranjero, acusa, “son pervertidos” mexicanos instruidos para robar en Harvard, el MIT o en las mejores universidades del mundo.
Nuestro estado hace bien en dedicar recursos para que los más esforzados y talentosos viajen al extranjero con becas específicas. Sin embargo, la máxima potencia de la inversión pública está en la formación moderna de las nuevas generaciones. Por moderna entendemos la educación sin prejuicios, ideologías o resentimientos sociales.
Un buen estudiante puede crear y emprender; no sólo puede salir de la pobreza sino dar oportunidades a miles de personas a su alrededor para que también lo logren. Un mal estudiante, con resentimiento, ignorancia y sin humanidad, puede destruir a un país completo. Deng Xiaoping, un hijo de agricultores del sur de China, abrió el camino de la prosperidad a mil 400 millones de personas. Putin, un resentido, ignorante y perverso líder ruso, asesina a miles de civiles ucranianos inocentes y manda al matadero a sus soldados en una guerra sin sentido.
El secreto de Xiaoping fue comprender el valor de los incentivos individuales en la formación de capital económico y humano. Qué mejor incentivo para una educación de primer mundo que la enseñanza universal de los dos idiomas más poderosos: el Inglés y los modernos códigos para programar. Eso es la mentefactura.