¡El escándalo! Advierten los adversarios: en cuatro años de administración el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ya superó todo el sexenio de Felipe Calderón en el número de asesinatos. Señalan que es monumental fracaso la estrategia de seguridad del presidente; como argumento apresuran los dedos para compartir cifras, ¡más de 121 mil asesinatos! ¡Datos duros, sin maromas!
En contraparte, el sector obradorista sale en defensa del caudillo transformador y su plan de abrazar balazos (¿o cómo era?) ¡Mañosos! ¡Buitres! ¡Enemigos de la patria! Veloces, igual, comparten sus otros datos, unos que los dejan bien parados sobre la sangre. Es que lo importante es la tendencia, ¡y va a la baja! Todo un éxito el proyecto de extirpar la violencia de raíz y no como otros que nos legaron tragedia (que nunca falte su tradición de referir la infame guerra de Calderón).
Así han estado los últimos días oposición y cuatroteístas, repartiendo números que aseveran incontrovertibles pruebas del descalabro o efectividad de la estrategia de seguridad. Como siempre, mientras la clase política se divierte con ábacos y furibundas publicaciones en redes para desequilibrar al contrario y ver quién tiene más muertos, la población anda con el rosario pa’ todos lados pidiendo al de arriba o a quien sea que no asalten esta combi, que ese muchacho de la esquina sea buena gente, que los de la moto anden nomás de paseo, que los que bajaron de las camionetas no vayan a balacear este restaurante.
Lo mismo ocurre con la mentada inflación. Personajes políticos de uno y otro bando sacan los cuadernos y sus tablas de Excel. ¡No se había visto esto en 20 años, una vergüenza!, gritan unos. ¡El gobierno ha contenido la inflación, otros países están peor!, gritan los otros. Hablan de índices, estadísticas y tasas de interés, pero otra vez, de vuelta al mundo sensible, a las calles, mientras ellas y ellos suben a sus camionetones para irse al ‘brunch’ de “trabajo” la gente cuenta los pesos porque ya no alcanzó para el jitomate. Híjole, mano, mejor ponme nomás medio kilo.
Está todo muy caro y está todo muy violento (paráfrasis a un tuit del escritor Tryno Maldonado), pero para la clase política mexicana se trata siempre de cifras y de medir quién la tiene más grande.
El número de asesinatos en el sexenio de López Obrador superará con facilidad los registrados con Calderón y Peña Nieto. El crimen organizado parece haber aprovechado la laxitud del gobierno para ampliar redes y recrudecer su violencia. Puede que la seguridad sea el mayor fracaso del gobierno transformador que heredó, sí, las ruinas de sexenios anteriores, priistas y panistas, pero nadie está dispuesto a responsabilizarse ni responder por nada.
La distancia y el cínico desinterés de gobernantes para con la gente ya les cobró cuentas al PRI y al PAN que luchan hoy por sobrevivir el alud de Morena; estos todavía gozan del favor popular porque, al menos en el discurso, ponen al pueblo por delante, pero la realidad es brava y la 4T quizá termine en el mismo cajón de la decepción política. Van que vuelan.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo