La inflación es un término económico que describe un aumento generalizado en los precios y una caída en el poder adquisitivo del dinero, y se expresa como un porcentaje. Un poco de inflación es normal e incluso buena para una economía saludable, pero se convierte en un problema cuando crece demasiado rápido. La pérdida de valor del dinero a un ritmo acelerado puede hacer que toda una economía se salga de control. Sin excepción, los gobiernos y bancos centrales tratan de controlarla con regulación y política monetaria.

El estallido inflacionario actual es un fenómeno global originado por eventos no económicos.

La pandemia de COVID-19 provocó el cierre de fábricas y la obstrucción de las rutas de envío, lo que ayudó a limitar la oferta de automóviles, muebles y muchos otros bienes y servicios, cuyos precios se encarecieron. Las tarifas aéreas y las de habitaciones de hotel se recuperaron, y los precios de la gasolina también han contribuido recientemente a la escalada de precios.

Influye, asimismo, que en muchos lugares del mundo las y los consumidores por fin están gastando los ahorros acumulados -gracias incluso a algunos programas de ayuda de los gobiernos- durante los meses de confinamiento sanitario, impulsando la demanda y, en consecuencia, el aumento de precios. En México éste no es el caso, pero la influencia de los mercados globales afecta los precios de manera uniforme. 

En nuestro país, el Banco de México tiene el mandato único de contener el nivel de precios, y para ello cuenta principalmente con dos herramientas que la política monetaria le provee: controlar la cantidad de dinero en circulación y determinar las tasas de interés. Ante el escenario actual, el banco central decidió aumentar estas últimas, para restringir el consumo, esperando que con esto disminuya la demanda y que entonces quienes conforman la oferta dejen de subir los precios.

Como en casi cualquier escenario económico adverso, la gente en situación de pobreza sufre las peores consecuencias. Con el impacto de la inflación acumulada, las familias con menores recursos padecen ya un impacto equivalente a una reducción efectiva del diez por ciento de sus ingresos. Adicionalmente, la subida de tasas hace que sus deudas sean más difíciles de pagar.

En el pasado me he referido al abuso de la banca comercial, en términos de las tasas y comisiones que cobran. Es momento de retomar el tema. La población menos favorecida no debe pagar las tasas de interés y las comisiones más altas. El avance en los niveles de bancarización y el financiamiento a mipymes es paupérrimo; somos el país más rezagado de Latinoamérica y de la OCDE, pero el más rentable para la banca internacional. Es momento de corregir esto.

Los productos alimentarios son un componente fundamental de la canasta básica, y debemos incidir de manera directa en el campo para impulsar el desarrollo tecnológico y productivo del país. Esto nos debe dar independencia y la habilidad de hacer frente a la especulación de precios en granos, vegetales, frutas, carne y otros satisfactores básicos. Sólo podremos enfrentar la carestía de estos productos a nivel global en la medida que seamos autosuficientes en su abasto.

Se ha afirmado recurrentemente que el proceso inflacionario es importado (lo que implica que no se puede hacer mucho al respecto) y transitorio; lo cierto es que la inflación no está cediendo, sino que sigue aumentando y lastimando a todas y todos los mexicanos, especialmente a los sectores que menos tienen. Quienes hemos experimentado este fenómeno en el pasado sabemos lo devastador que resulta, pero también conocemos qué hacer para actuar con responsabilidad ante esta emergencia. 

@RicardoMonrealA

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