107 años de aquel triste suceso, en Paris, Francia. Donde la tarde del viernes 02 de julio a las 6:30 pm. El Gral. Porfirio Díaz exhalaba el último aliento que le quedaba, después de tantas batallas, tantos caminos y entuertos escabrosos, había llegado el momento en el que moría, para pasar a la historia –indudablemente- como el gran dictador para unos y el gran progresista para otros, pero eso sí, nadie desconoce quien fue Porfirio Díaz.
107 años en los que gobiernos han pasado al igual que revoluciones, movimientos y transformaciones sociales en México, pero aún hoy en día continúa manteniendo al hijo póstumo de Oaxaca en un exilio que esperemos acabe pronto y pueda regresar aquel presidente y general, a su tierra mexicana como hijo prodigo.
“Allá en un lugar apartado del hemisferio occidental, se destaca la solitaria silueta de un Cromwell moderno: su espíritu, si de él eliminamos el fanatismo puritano del gran Protector, es idéntico al de éste en fuerza reconstructora. Su sola existencia demuestra que el alma no tiene nacionalidad, y que al escoger la envoltura material que va a animar, no se fija en preferencias de raza. Este hecho confirma la universalidad distributiva del espíritu humano, doctrina sostenida por Pitágoras. ¿Cómo es que del caos pudo Díaz hacer surgir el orden? […] en México no había más que caos, no había más que sombras, no había más que civilización elemental; durante más de medio siglo la única luz que alumbraba las tinieblas salía de la boca de los cañones, y el bello cielo del septentrión americano aparecía teñido con resplandores de incendio.”
¿Quién es el autor? ¿Quizá un funcionario porfiriano? ¿Un pariente de don Porfirio? ¿Francisco Bulnes? Es nadie menos que León Tolstoi, novelista realista ruso ampliamente considerado como uno de los más grandes escritores de la literatura mundial. Sus más famosas obras son La Guerra y la paz, Ana Karenina, entre muchas otras. En la política se le reconocía como anarquista, pacifista y anticlerical, y muy lejos de ser conservador o reaccionario.
El texto de Tolstoi recuerda mucho a la descripción del periodista norteamericano James Creelman en la famosa entrevista que hizo al presidente Díaz en 1908, la cual se reconoce ahora como un ejemplo clásico de texto “porfirista”:
“No hay una figura en el mundo más románica o marcial, ni que despierte tanto interés, tanto entre los amigos y enemigos de la democracia, como la del soldado estadista cuyas aventuras, cuando joven, superaban a las descritas por Dumas en sus obras, y cuya energía en el gobierno ha convertido al pueblo mexicano de revoltoso, ignorante, paupérrimo y supersticioso, oprimido durante varios siglos por la codicia y la crueldad españolas, en una nación fuerte, pacífica y laboriosa, progresista y que cumple sus compromisos”.
Las afiliaciones políticas de estos dos autores fueron por cierto muy diferentes. Si Tolstoi era anarquista, Creelman era conservador, afiliado al Partido Republicano en los Estados Unidos. Surgen varias preguntas: ¿cómo es que dos escritores con posiciones políticas opuestas podrían describir de igual manera al presidente de México en la primera década del siglo XX? ¿Se equivocaron tanto Tolstoi como Creelman en su interpretación de la figura de Porfirio Díaz y la contribución que hizo su gobierno al desarrollo del país? ¿Fueron estos dos autores víctimas de un complot de la élite porfiriana para engañar a los extranjeros? ¿O fue un reflejo fiel de una percepción de México fuera de México, muy elevado y muy positivo a finales del siglo XIX?
Estas preguntas tienen que ver con la forma en que se ha interpretado el “Porfiriato” —definición que dio Daniel Cosío Villegas a esta época clave en la historia mexicana, el cómo se ha escrito su historia, su historiografía.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo