Hace un par de años fue viral la golpiza que pasajeros de una Urvan de transporte público en el Estado de México dieron a un hombre que pretendía asaltarlos durante el viaje. Las imágenes mostraron la brutalidad de la agresión producto del hartazgo ciudadano, las cuales se ganaron el aplauso del respetable. El hecho se ha replicado varias veces, especialmente por la frecuencia con que delincuentes atacan esas camionetas en la tierra de nadie en que se han convertido los límites entre la capital del país y el Edomex.
Como muchas otras personas reprobé el ejercicio libre de la violencia como método de justicia, el diente por diente del que habla nuestro presidente a cada rato; especialmente condené el regocijo sádico que hubo alrededor del video. Sin embargo, en discusión sobre ello con distintas personas, entendí que mi perspectiva parte de una posición bastante cómoda, pues aunque todavía recorro en transporte público algunas zonas de riesgo por la incidencia de asaltos, ya no es en forma frecuente como lo hacen las personas que viven en la periferia de la ciudad y que diario viajan con el temor de que les quiten lo que tanto trabajo les cuesta, en el mejor de los casos.
Hace unos días me dio un ataque de risa y enojo la infame propuesta del dirigente nacional del PRI Alejandro Moreno Cárdenas, ‘Alito’, de permitir a familias mexicanas armarse con el fin de protegerse del crimen descontrolado en el país. No obstante, entiendo que de igual forma mi postura tiene que ver, entre otras cosas, con las circunstancias en que me encuentro.
Pensando en ello recordé el caso ocurrido en marzo pasado, cuando Gabriel, joven de 18 años, fue asesinado a tiros por asaltantes a quienes enfrentó en una Urvan sobre la carretera México-Puebla. Imagino que muchas personas, ante el abandono en seguridad en que se encuentran, querrían contar con un arma en casos así para defenderse de la delincuencia, las mismas que consideran viable la iniciativa de Alito e incluso la aplaudieron.
Aunque entiendo por qué mucha gente querría tener la posibilidad de armarse en México, insisto en que la idea manifestada por el dirigente priista es poco menos que una locura. Primero porque, disculpen mi desconfianza en los políticos, veo más interés en descalificar la estrategia de seguridad en el sexenio de López Obrador (muy difícil defenderlas) que en verdaderamente contribuir a la tranquilidad de la población.
Además, soy escéptico de que en un país como México, en el que las expresiones de violencia se han extendido por factores como la cultura machista, la delincuencia constante y el crimen organizado, aumentar las manos con pistolas ayude realmente a garantizar la seguridad.
También creo que Alejandro Cárdenas no pensó en lo que su propuesta representa para la clase política, y es que pedir que la ciudadanía tenga la posibilidad de armarse como medida extrema de protección ante la violencia incontrolable, es reconocer que han fracasado como gobernantes, como garantes de la seguridad, porque el estado en que se encuentra México no es responsabilidad única del presidente, sino de todo el aparato gubernamental que incluye a legisladores, jueces y partidos políticos que nutren siempre los espacios desde donde crean y ejecutan las leyes.
Armar a la población para que sea esta la que se haga cargo de los problemas de seguridad es lavarse las manos de su responsabilidad con el discurso mañoso de que con ello se le da oportunidad de defenderse, cuando las circunstancias actuales fueron generadas y son alimentadas por gestiones incompetentes y corruptas; es aprovechar la situación desesperada en que nos han colocado para simular preocupación. Además, en un escenario de libre venta de armas en México, ¿quiénes creen que van a comprar más?
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo