“Es completamente irrelevante quién en el partido votará o cómo, pero lo que sí es extraordinariamente importante es quién contará los votos y cómo”.

Joseph Stalin

OAXACA.- No, no me alegro de los problemas en el proceso electoral interno de Morena. Todo lo contrario. Por el bien no solo de Morena, sino del País, nos conviene tener a un partido de gobierno bien organizado y democrático, con procesos internos limpios y transparentes. Si el partido gobernante es democrático, será más fácil preservar un régimen de libertades en el País. Por eso el presidente López Obrador se ha declarado una y otra vez un demócrata convencido. 

El Presidente se mostró ayer optimista ante el accidentado proceso de elección interna de su Movimiento de Renovación Nacional. Lo calificó, incluso, como “una buena jornada democrática”. Señaló que las críticas al proceso que ofrecieron los “conservadores” demuestran que el éxito. Entre estos conservadores se encuentra, supongo, John Ackerman, el profesor de la UNAM y activista de izquierda que documentó muchas de las irregularidades. 

No hay duda de la capacidad de convocatoria de Morena. El propio partido afirma que dos millones 500 mil personas participaron en las elecciones de consejeros del pasado fin de semana. “Muchos que no eran militantes de Morena se inscribieron al partido”, dijo ayer el Presidente. Las filas de votantes fueron enormes en muchos lugares y los participantes tuvieron la paciencia para permanecer en ellas hasta sufragar. Ningún otro partido en el País tiene la posibilidad de atraer siquiera a una fracción de esta cifra en un proceso interno. La popularidad no significa, sin embargo, que no deban preocupar las irregularidades que se registraron. 

Los vicios en el proceso son los mismos que se encontraban en el catálogo de trampas electorales desde los tiempos del viejo PRI. Hubo acarreo de votantes, voto obligado de servidores públicos, inducción del sufragio, carruseles, quema de urnas y golpes. El presidente nacional de Morena, Mario Delgado, afirmó que solo hubo problemas en 11 localidades, donde podrían anularse los resultados, y responsabilizó a provocadores externos. Pero hay indicios de que las irregularidades fueron generalizadas y realizadas por morenistas. 

Morena ha tenido como partido un éxito espectacular. Obtuvo su registro apenas en 2014 y para el 2018 había ganado la Presidencia de la República y mayorías en las dos cámaras del Congreso de la Unión. Desde entonces ha conquistado gobiernos estatales y municipales al grado que ya es el partido más fuerte desde que el PRI perdió su hegemonía en 1997. 

El poder, sin embargo, viene con responsabilidades. El propio presidente ha dicho una y otra vez que “Nosotros no somos iguales”. Afirma que los militantes de Morena no buscan el poder por el poder mismo, sino para impulsar una transformación de fondo para combatir la pobreza y construir un país más equitativo. 

Los objetivos no son despreciables. Ofrecen un rayito de esperanza para millones de mexicanos que han soñado con vivir en un país que ofrezca realmente posibilidades de construir una vida digna sin tener que arriesgar la vida para buscarla en Estados Unidos. Por eso decepciona que en la elección interna de este nuevo partido dominante se hayan cometido tantas tropelías reminiscentes de los abusos de los viejos caciques políticos. Si Morena quiere ser realmente un movimiento transformador, necesita reflexionar con honestidad sobre los abusos electorales que se cometieron este pasado fin de semana y corregirlos. 

Guelaguetza

Ayer asistí por primera vez a la Guelaguetza, esa fiesta popular en que las ocho regiones de Oaxaca ofrecen bailables tradicionales. El auditorio, de 11 mil localidades, estaba lleno a reventar. La diversidad de expresiones se combina en un espectáculo que es un atractivo turístico, pero también un motivo de orgullo para los oaxaqueños. 

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