La discusión sobre seguridad se beneficiaría con más evidencia sobre lo que acontece en el terreno. Un camino fructífero es el de las comparaciones.

En este momento, diez estados del país tienen secretarios de seguridad provenientes del Ejército o la Marina. En estas entidades, ¿cómo han fluctuado los homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes entre enero de 2018 y diciembre de 2021? En cinco mejoró (Baja California, Baja California Sur, Guerrero, Sinaloa y Tamaulipas), en cuatro empeoró (Michoacán, Morelos, San Luis Potosí y Zacatecas) y en Tlaxcala casi no se movió.

Comparemos como segunda parte del ejercicio, a dos estados vecinos gobernados por Morena. Cuauhtémoc Blanco y Claudia Sheinbaum tomaron posesión en 2018 en Morelos y CDMX. El primero entregó el control de la seguridad a militares, mientras que la segunda confió el cargo a un financiero y después a un expolicía federal.

Desde 2018 la seguridad de Morelos está en manos de dos marinos retirados. El comisionado de Seguridad Pública es el almirante José Antonio Ortiz Guarneros; y el contralmirante, José Manuel Rodríguez Morales, es el secretario ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública que supervisa a todas las instancias dedicadas al tema. Ellos y el gobernador han fracasado en su obligación de dar seguridad. En 2018 Morelos tuvo 39 homicidios por cada 100 mil habitantes y en 2021 se disparó a 52.50 (aumento de 34.6%).

La capital ha tenido dos secretarios de seguridad. Durante el primer año de Claudia Sheinbaum como jefa de Gobierno, estuvo Jesús Orta, un funcionario con experiencia en finanzas y administración. No funcionó. La tasa se mantuvo entre 15 y 16 homicidios durante su mandato. Posteriormente, fue relevado por Omar García Harfuch quien llegó con una larga experiencia como policía federal; ha funcionado, el número de homicidios pasó de 16 a 10 en dos años (el descenso fue de 37.5%).

Otra variable a comparar es la asistencia de los gobernantes a las Mesas de Paz que dependen de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) encabezada por Rosa Icela Rodríguez. El proyecto nace de la práctica del actual presidente de reunirse cada mañana con su gabinete de seguridad. Andrés Manuel López Obrador siempre presume el método; en su cuarto informe volvió a insistir en que ahora sí hay “coordinación efectiva entre todas las instancias encargadas de brindar seguridad a la población”. Reviso con este indicador a Blanco y Sheinbaum.

Entre el 1o de abril y el 31 de diciembre de 2021 Cuauhtémoc Blanco solo fue a 6 de las 184 Mesas de Paz que se llevaron a cabo en Morelos, un mísero 3.26% de asistencia. Claudia Sheinbaum se lleva una estrellita porque estuvo en 256 de las 261 reuniones de la CDMX (un 98%). Estas cifras coinciden con un buen número de testimonios recogidos en los círculos políticos de los dos estados: la gobernante de la capital sí se ocupa de la seguridad y el gobernador tiene otras prioridades.

Otra forma de comparar a Morelos y la CDMX es con la densidad del tejido social y la intensidad con la cual se involucran los ciudadanos en asuntos de seguridad. Como demostraré en otra ocasión, la capital supera con mucho a Morelos y otros estados limítrofes.

¿Qué lecciones nos deja esta primera comparación?

Primero, los militares fracasaron en Morelos y el policía formado en fuerzas federales (ahora desaparecidas y vilipendiadas) tiene éxito. Segundo, las Mesas de Paz tienen sentido cuando los gobernantes participan. Traer puesta la camiseta de Morena no significa que el gobernante tiene compromiso y eficiencia. Dada la indolencia del gobernador de Morelos hacia las Mesas de Paz, ¿no se merecería un jalón de orejas mañanero? Si el Presidente lo tratara como periodista, a lo mejor se pone las pilas.

En suma, ni los uniformes castrenses ni las camisetas guindas garantizan la contención de la inseguridad. Depende de la experiencia y compromiso de cada funcionario y del tejido institucional y social de cada entidad. Seguiré con las comparaciones en otras colaboraciones.

@sergioaguayo

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