En una de las primeras declaraciones que “El Cabo Gil”, Gildardo López Astudillo, rindió ante las autoridades, negó formar parte del grupo Guerreros Unidos que en septiembre de 2014 secuestró y asesinó a 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa:

“Yo siempre he sido ganadero y dedicado a la compra y venta de oro”, dijo.

Su “supuesto” involucramiento con el grupo criminal, aseguró, era producto de la tortura a la que había sido sometido.

En los chats entregados por la DEA figuraba; sin embargo, como uno de los personajes protagónicos durante la noche en que los estudiantes desaparecieron.

Su última declaración, rendida ya en libertad y convertido en testigo estrella de la fiscalía, involucra como uno de los grandes responsables del caso Iguala a Jesús Pérez Lagunas, El Güero Mugres, un operador de los hermanos Mario, Adán, José Ángel y Sidronio Casarrubias Salgado.

“El Güero Mugres” habría sido el encargado de dar la orden: “¡Pártanles la madre!”.

“El Güero Mugres” habría sido el encargado de pagar los sobornos a la Policía Federal, al Ejército (soldados de los batallones 27 y 41), a la Policía Estatal, a la Policía de Caminos, a la Federal Ministerial y, desde luego, a la Policía Municipal.

Según “El Gil”, al “Güero Mugres” le decían también “El de la Sal”, porque vivía precisamente en Ixtapan de la Sal, Estado de México. La noche de los hechos, se lee en la declaración, “empezó a movilizar en un principio a las autoridades, policía federal, Ejército…”.

En ninguna de las investigaciones, en ninguno de las declaraciones, en ninguno de los expedientes de todas las instancias que han intervenido en el caso, existe dato alguno relacionado con Jesús Pérez Lagunas, “El Güero Mugres”.

Aún más: no existía información que lo ubicara como líder visible o como miembro siquiera de esta organización.

Al “Güero Mugres” lo asesinaron en Tonatico en marzo de 2018. Según una nota, lo encontraron “desangrado y recostado al interior de su automóvil”, un Nissan rojo, en cuyo derredor “fueron localizados 15 casquillos percutidos al parecer de un arma AK 47 y una calibre 9 milímetros”.

Pérez Lagunas tenía solo 28 años.

Un año antes, febrero de 2017, según una página de la Agencia Guerrero Noticias, había sufrido un atentado en la ciudad de Iguala. En el ataque, su esposa, Jocelyn Díaz, perdió la vida. Su suegra resultó lesionada.

Al momento de su muerte, “El Güero Mugres” fue ubicado como jefe criminal en Tonatico, Estado de México.

¿Por qué no apareció nunca en los expedientes? 

Según “El Gil”, Guerreros Unidos entró en Iguala cuando los hermanos Osiel, Víctor Hugo, Mateo y Orbelín Benítez Palacios “se le voltearon” al líder de Los Rojos, organización que en 2010 controlaba la ciudad.

Los propios hermanos contaron en una reunión en la que había varios miembros de Guerreros Unidos, que el jefe de Los Rojos en Iguala, José Ángel Nava Marino, alias “El R2”, quiso matarlos porque desconfiaba de ellos. “Los había citado y los amarró de las manos y los pies… pues iba entrando Guerreros Unidos en la zona y pensó que se iban a voltear, pero lo convencieron de que estaban al cien con él y ya no les hizo nada, y los dejó ir”.

En respuesta, los hermanos Benítez Palacios lo “levantaron”, lo asesinaron y lo fueron a tirar por el rumbo de Tuxpan, Guerrero. 

En esa reunión en la que todo esto se contó se encontraba “El Güero Mugres”, alias “El de la Sal”.

Sostuvo “El Gil” que a él mismo lo reclutaron los Guerreros Unidos en Ixtapan de la Sal, por invitación de Marcos Cuevas, alias “El Mini Cooper”, “y de su primo Omar”.

“El Mini Cooper” era medio hermano de Pablo Vega: el representante de Guerreros Unidos en Chicago, encargado de distribuir heroína de la organización en “Oklahoma, Atlanta, Sur Carolina, Nueva Jersey, Los Ángeles…”. Pablo Vega es el personaje cuyas conversaciones por BlackBerry fueron interceptadas por la DEA y entregadas en parte al gobierno mexicano.

En el tiempo en que “El Gil” fue reclutado por el crimen organizado, Guerreros Unidos operaba precisamente en el Estado de México –que gobernaba Enrique Peña Nieto– y tenía su bastión en Ixtapan de la Sal. 

Desde ese sitio, con la protección de diversas autoridades, Guerreros Unidos inició su expansión hacia Guerrero, a fin de apoderarse de Iguala: un punto estratégico en la recolección y distribución de la goma de opio que bajaba desde la sierra.

En 2014, año de la desaparición de los estudiantes, el grupo criminal controlaba ya varios municipios guerrerenses y tenía presencia, declaró “El Gil”, “en Estado de México, parte de Morelos, parte de Quintana Roo, Puebla, Guanajuato, Querétaro, Tabasco y Tijuana”.

El Estado de México, Ixtapan de la Sal y “El Güero Mugres”: otras piezas que están sueltas en el gran rompecabezas del caso Iguala.

 

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