El viernes 23 de septiembre llevaba días el escándalo en Chile y comparecía la jefa de las fuerzas armadas. El Ejército estaba en jaque y el Estado Mayor se quedaba sin titular. Se hablaba de la caída de funcionarios en el flamante gobierno del izquierdista Gabriel Boric porque un grupo de hackers-activistas llamado Guacamaya había logrado penetrar los servidores de internet militares y había expuesto cientos de miles de documentos confidenciales.

Todos los medios chilenos y algunos internacionales daban cuenta de ello. Casi como último párrafo de las notas se mencionaba que Guacamaya había también hackeado al Ejército mexicano. La directora editorial de Latinus, Arelí Quintero, leyó eso y le mandó el vínculo al jefe del área de investigaciones especiales, Mario Gutiérrez Vega.

Ese mismo viernes, Latinus Investiga envió dos correos electrónicos a Enlace Hacktivista, una plataforma más bien periodística para publicar hackeos y que ha servido de enlace entre reporteros y Guacamaya. Respondieron el sábado por la tarde. Expresaron compartirían todo a los periodistas e investigadores que lo pidieran, y mandaron un nombre de usuario y contraseña para que Latinus pudiera acceder a los documentos hackeados, y la indicación de cómo podían descargarse.

Es decir, los documentos podían consultarse en línea de inmediato en lo que se descargaban. Se tardaron en descargar tres días, pero se pudieron empezar a consultar desde el domingo 25. Empezó el trabajo de búsqueda y clasificación que hasta ahora no termina. Lo primero que saltó fue la agenda diaria del secretario de la Defensa. Luego el reporte de inteligencia que catalogaba de “organizaciones subversivas” a las feministas. También el parte militar diario con el estado de fuerza del Ejército, que se envía al alto mando: cuántos soldados están desplegados y en dónde. Era claro: nunca antes había sido tan expuesta la seguridad nacional del país.

Para el lunes 26 en la noche ya todo el equipo periodístico de Latinus estaba volcado en explorar el hackeo al Ejército de la rudimentaria manera en que se podía: Guacamaya daba acceso a una suerte de Bandeja de Entrada con cientos de miles de correos electrónicos con archivos adjuntos, que se podían explorar en un buscador de palabras, como lo hace cualquier persona con sus mails. Empezamos a buscar nombres de personajes de alto perfil, obras públicas emblemáticas, casos que han sido escándalos. En los siguientes días supimos que a López Obrador a veces lo citaban por su nombre completo y a veces con el nombre clave Zeus. Salieron los reportes médicos que exhibían que había mentido sobre su estado de salud y había escondido hospitalizaciones de emergencia. Nos topamos con documentos confidenciales con el detalle de nombres y apellidos de militares que han participado en operativos de alto impacto, el despliegue detallado de cuántos soldados hay en cada aduana en cada hora y cómo la propia Secretaría de la Defensa se queja de que falta personal, y una larga y gravísima lista de etcéteras.

Teníamos dos opciones: esperar a explorar todo o ir sacando lo que teníamos (y que ya era bastante escandaloso y revelador, amén del hackeo en sí). Se atribuye a Miguel Ángel Bastenier, exsubdirector del diario <i>El País</i>, la frase de que “hay dos clases de periodistas: los rápidos, y los que no son periodistas”. El jueves 29 en el programa a mi cargo en Latinus revelamos la primicia, con lo que habíamos encontrado hasta ese momento.

Lo que siguió es del dominio público. Lo que va a seguir no lo sabe nadie.

historiasreportero@gmail.com

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