Ciudad de México.- A las puertas de un albergue que opera en el este de la capital mexicana, el mecánico venezolano José Cuicas aguarda ansioso la respuesta de un amigo estadounidense que lo patrocinará para optar por una de las 24.0000 visas humanitarias que el gobierno de Joe Biden anunció que entregará a venezolanos.
Cuicas fue uno de los 1.700 venezolanos que las autoridades estadounidenses expulsaron a México la semana pasada en virtud de una orden de Estados Unidos para negarles el derecho al asilo y tratar de contener el creciente flujo de migrantes de ese país.
Muchos de ellos fueron transportados en autobús a la capital mexicana para aliviar la presión sobre las ciudades fronterizas de México ya saturadas de migrantes.
Las restricciones en los asilos se dan en respuesta a un aumento significativo en el número de venezolanos que llegan ilegalmente a la frontera estadounidense. Los migrantes procedentes de Venezuela rebasaron en agosto a los de Guatemala y Honduras para representar la segunda nacionalidad más numerosa en llegar a la frontera de Estados Unidos, sólo detrás de México.
Dado que Cuicas fue expulsado justo antes del lanzamiento oficial del plan de visas podría ser elegible para presentar una solicitud. Los venezolanos elegibles que presenten su solicitud en línea, encuentren un patrocinador estadounidense y cumplan con otros requisitos podrían volar directamente a Estados Unidos si se les otorga una visa.
Un funcionario de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México dio el viernes la primera actualización del programa: se estaban procesando 7.500 solicitudes y los primeros 100 venezolanos habían sido aprobados para volar a Estados Unidos.
Si bien Cuicas se mostró optimista sobre sus posibilidades de inscribirse en el programa, activistas y analistas han señalado que la cantidad de visas que se ofrecen es minúscula en comparación con la demanda. Sólo en septiembre más de 33.000 venezolanos cruzaron ilegalmente la frontera desde México.
Para los venezolanos que se dirigían hacia Estados Unidos el anuncio de la administración de Biden fue impactante. Los migrantes han sido devueltos en la última semana a México en virtud de una orden, que se activó durante el gobierno de Donald Trump, relacionada con la pandemia conocida como Título 42 la cual suspende el derecho a solicitar asilo con el argumento de evitar la propagación del COVID-19.
Las restricciones de asilo mantienen desconcertados a cientos de los venezolanos expulsados, muchos de los cuales ahora deambulan en la Ciudad de México entre diferentes albergues, la terminal de autobuses del norte, y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) donde una treintena de ellos pernoctan en la calle a la espera de poder iniciar sus trámites migratorios.
Sumido en un estado depresivo en el que entró tras su expulsión, Cuicas reconoció que no está dispuesto a hacer ningún trámite de refugio en México porque teme que eso le pueda bloquear el proceso para la visa estadounidense, e indicó que esperará la respuesta de su amigo, que vive en Nueva York, para decidir lo qué hará con su vida.
“Mi sueño es estar allá (en Estados Unidos) para hacer una nueva vida”, afirmó el mecánico, de 31 años, al asegurar que aunque dejó en Venezuela a su mujer y dos hijos pequeños no tiene planes de volver a su país natal porque “no hay ningún futuro, no hay trabajo”.
A pesar de que Venezuela salió el año pasado de un largo período de más de cuatro años de hiperinflación, continúa padeciendo una de las mayores inflaciones del mundo y su economía sigue en condiciones muy precarias que no han permitido recuperar el nivel adquisitivo de los mayoritarios sectores pobres, lo que ha estimulado una nueva ola migratoria.
Desde el 2015 se inició un éxodo masivo de venezolanos que comenzaron a abandonar el país petrolero para huir de la peor crisis política, económica y social que haya enfrentado en más de un siglo.
Mientras muchos de sus compatriotas buscan salir de Venezuela, el joven Darío Arévalo, otro de los expulsados la semana pasada, afirmó que está considerando retornar a su país luego que las autoridades estadounidenses, por motivos que dijo desconocer, lo separan de sus padres y hermanas cuando lo detuvieron al ingresar ilegalmente a inicios de mes al estado de Texas.
“Es la primera vez que me separo de ellos, que quedo solo”, afirmó Arévalo, de 20 años, aún desolado por la separación de su familia que logró pasar los controles migratorios y llegar hasta Chicago.
El delgado joven admitió que ahora lo único que espera es reunir el dinero del boleto aéreo para viajar a su natal Venezuela, que dejó hace cuatro años cuando se mudó a la ciudad colombiana de Pereira junto a su familia huyendo de la devastadora crisis que azota a la nación suramericana que ha forzado la salida de más de 7 millones de personas.
Frente a la sede de la COMAR, en el centro de la capital mexicana, donde ha dormido a la intemperie en los últimos días luego que fue expulsado la semana pasada de Estados Unidos, Jonathan Castellanos, de 29 años, afirmó que no tiene intenciones de volver a Venezuela, donde aún vive su madre anciana y tres hijos.
Luego de vivir por seis años entre Chile y Colombia, Castellanos ingresó a finales de septiembre a Texas, pero la semana pasada fue expulsado junto a un grupo de 95 venezolanos.
A pesar de haber dormido en el suelo y soportado el frío durante las noches, Castellanos confesó que no está dispuesto rendirse y que ahora apostará a quedarse en México luego que las autoridades le entregaron una forma migratoria por razones humanitarias que le permitirá permanecer en el país legalmente, buscar un empleo y un lugar para vivir.
En México ahora residen cerca de 140.000 venezolanos.
“Mi sueño era llegar a Estados Unidos, pero ya que no lo logré… La vida continúa y yo no puedo frenarme. Tengo que salir adelante y buscar la manera de trabajar, de producir y de ayudar a mis hijos en Venezuela”, concluyó.
Migración en México: Abandona en Sonora INM a 600 migrantes
Sentada sobre una colchoneta sudada, Elly Chirinos, se entremete los dedos entre sus crespos cabellos y voltea a su alrededor; hay cientos de personas, la mayoría niños, igual que ella, en la desolación.
Les ha tocado duro, hace una semana fueron deportados de Estados Unidos por la frontera de Nogales, Sonora. El Instituto Nacional de Migración (INM) los trasladó a la capital del estado y el domingo 16 de octubre, sin más, los sacó a la calle.
Les ha dado apenas una semana para regresar a su país, pero la verdad, gracias a la caridad del albergue Vida Plena Corazón Contento y al sacerdote protector de los migrantes Gilberto Lezama, tienen un techo donde dormir y un lugar donde asearse.
Elly Chirinos recuerda que hace dos meses decidió dejar atrás su actividad de comerciante y su esposo de chofer; vendieron todas sus pertenencias y sacaron a sus hijos de 6 y 7 años de la escuela para emprender el viaje hacia una vida mejor.
Una travesía dura, el matrimonio cruzó con los dos pequeños el tapón de Darién, la peligrosa selva en la frontera entre Colombia y Panamá.
Pero fue cuando estaban en tránsito en México que el gobierno de Estados Unidos anunció las nuevas medidas de control para el acceso a migrantes venezolanos que estaban ingresando por la frontera mexicana.
El Departamento de Seguridad Nacional, el 12 de octubre informó del programa que da estatus legal por dos años a quienes llegan por avión y la expulsión inmediata a quienes crucen a pie.
(Con información de Agencia AP y El Universal).
JFF
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