Marchar siempre ha sido una forma de visibilizar a las minorías. Es también un modo de levantar la voz para forzar a que volteen quienes detentan el poder. La marcha del domingo corroboró lo que ya sabíamos. Los mexicanos confían en el árbitro electoral y lo ven esencial para lograr elecciones con resultados creíbles. Entienden también que la “reforma” propuesta equivale a sacrificar su indispensable autonomía. La ciudadanía salió en números sin precedente a una marcha pacífica y sin incidentes. Se vivió un ambiente de fraternidad y hubo mucha más diversidad de la que jamás se reconocerá. ¡Celebrémoslo!
Hay un paralelo entre lo que ocurrió en México el domingo y lo que se manifestó en EU en sus elecciones de medio término. En ambos casos, la democracia sufre embates de políticos populistas y autoritarios, para quienes la voluntad del pueblo merece respetarse sólo si les da una victoria. Trump y AMLO están incapacitados para reconocer una derrota. Por ello, sólo les resta culpar al árbitro cuando pierden. Ambos no titubearían en dinamitar el sistema electoral a su favor. Allá, el electorado se mostró capaz de caminar y mascar chicle a la vez. Puede rechazar el manejo económico del gobierno Demócrata, pero no tanto como para darles el poder a quienes vulneraron la democracia intentando dar un golpe de Estado, o a quienes transgreden derechos de las mujeres que tanto costó lograr.
Hay temas que nos unen. Hay luchas que nos hermanan. Defender al INE ha probado serlo. Es, por ello, vital no caer en la tentación de responder los insultos desde el púlpito presidencial, ni contribuir a que nos dividan. La polarización es la mejor arma del tirano. Quiere volver esto una lucha de clase, buenos contra malos, ricos contra pobres, conservadores contra liberales, aunque ningún calificativo describa a quienes marcharon.
Importa, ahora, no malinterpretar lo ocurrido. Entendamos que el domingo fue la simple y llana defensa del órgano que garantiza elecciones limpias. Ésta no tiene sesgo partidista. En la marcha casi no se oían ataques al Presidente, no tenían eco cuando ocurrían. Defendemos al INE para que los votos de todos los electores se cuenten, voten por quien voten, identificando a los ciudadanos con una credencial infalsificable, a partir de un padrón preciso.
Ver la defensa del árbitro como postura de oposición sería un error. No marchamos para atacar al gobierno en turno, o para incrementar la probabilidad de que gane la oposición. Lo hacemos porque una elección limpia es una condición necesaria, aunque ciertamente no suficiente, para aspirar a un país en armonía, en el que sea posible unirnos en búsqueda de propósitos comunes.
Ahora sigue presionar a los legisladores para que la “reforma” se apruebe o rechace como está. Empezar a negociarla en partes se prestará a negociaciones turbias. ¿Se quiere mejorar el funcionamiento del INE? Discutámoslo cuando no haya una elección en puerta y, de preferencia, difiramos los cambios para que no le toquen al gobierno en turno. El ciclo electoral de 2024 ya empezó y no se cambian las reglas a medio partido.
Esta causa despertó algo. Tal y como ocurrió en EU, donde muchas jóvenes usualmente apáticas a la política salieron a emitir su voto, volviendo locos los muestreos de encuestadores y haciendo ver mal a expertos, muchos jóvenes en México empiezan a entender cuánto está hoy en juego, en un mundo que vive cambios sin precedente, y desde un país que enfrenta oportunidades que no hemos tenido en generaciones. Será importante que se mantengan activados. Los necesitamos votando, por quien sea, pero votando. En un país donde todos los gobiernos manipulan y extorsionan con programas clientelares, y donde organizaciones criminales influyen más y más, nuestro mejor antídoto es la masiva participación ciudadana.
La marcha nos dejó ver cuántos compartimos las mismas frustraciones y los mismos anhelos. Hoy no se trata de proselitismo, sino de mantener a quienes marcharon el domingo, y a quienes no, despiertos y comprometidos con propósitos que nos son comunes.
@jorgesuarezv