Pasa a menudo, te preparas perfecta cubita. Proporciones perfectas, gran ron, poquito limón, mucho hielo. Pero te distraes. Salió en cueros la vecina. Tu primo empezó a gritar. Los niños empezaron a llorar. Se derritió todo el hielo… Y todo se aguadó. Lo mismo le pasa a presidente tras presidente. Nada más que las consecuencias son un poco mayores.

El hielo es cosa curiosa. Parece muy sólido, pero a veces desaparece repentinamente. Cuando te paras en el centro de Groenlandia no se ve nada más que cielo, nubes y hielo. Pero te cuesta trabajo caminar por estar a una altura mayor a la de la Ciudad de México. Toda montaña, todo lago, cubierto por hielo. Todo parece sólido. Enorme. Absoluto e inamovible. Como un Tlatoani a principios de sexenio.

Pero en la medida que el calentamiento global crece, el hielo llega a moverse hasta metros por año. Se empiezan a mover bloques de hielo de tres kilómetros de profundidad, cientos de kilómetros de ancho. Entre más se acercan estos glaciares a la costa, más rápido se mueven. Se forman grandes lagos, ríos subterráneos, cascadas. Se desmoronan grandes gajos, llegan a desaparecer glaciares enteros. Las consecuencias son radicales. Un solo glaciar puede elevar los mares del mundo cuatro pulgadas. Y hay varios glaciares en Groenlandia. Si se derritieran todos, el mar subiría más de un metro.

Un proceso similar empieza a ocurrir a la mitad de un sexenio. Dentro de Palacio, todo parece sólido, bajo control. Pero quien observa con cuidado ve que hasta lo más central se empieza a mover. No se diga la periferia. Las corcholatas empiezan a moverse dada la presión interior. Especialmente si el susodicho empieza a agitar y dividir. El pueblo toma nota y empieza a marchar.

La siguiente fase del deshielo en Groenlandia, según varias investigaciones de capas de hielo que cubren cientos de miles de años, no es lineal. Hay de repente cambios climáticos abruptos, el equivalente a mover el clima de la CDMX y convertirse en Mérida en menos de una década. En estas épocas el deshielo es brutal y cataclísmico. Al deshacerse el hielo a esta escala desaparecen países enteros. Grandes ciudades y puertos bajo el agua. La Atlántida no solo es leyenda. Tampoco lo son las recientes marchas a favor del INE.

Le picamos y picamos y picamos al clima, a los glaciares. Y para quien no es buen observador, no pasa mucho. Uno que otro huracán extra, una que otra sequía que afecta a casi todo el país, olas de calor que matan a cada vez más. Pero estas son palabras menores comparado con lo que ya se cocinó, y lo que se sigue cocinando.

Groenlandia es poca cosa comparada con la Antártida. Si se derritiera todo el hielo de este continente los mares subirían más de cien metros de altura. El glaciar Thwaites ya se desliza a más de dos kilómetros por año, el doble de velocidad comparado con la última década. (Estudio de Nature Geoscience publicado en septiembre 2022). Este glaciar es parte de la capa de hielo del oeste de la Antártida, la cual pudiera, al desmoronarse, elevar el mar varios metros a corto plazo.

Más vale prevenir que lamentar. Si no reducimos las emisiones y la temperatura promedio del planeta, va a desaparecer toda la península de Yucatán y casi todas las ciudades costeras de México. Y si no reducimos la temperatura y las emisiones de las mañaneras también, vamos a calentar las cosas de tal manera que pudiera darse un cambio radical muy repentino. El hielo no se quiebra hasta que se quiebra, no se derrite repentinamente hasta que uno lo saca del congelador. Hace mucho que se sacaron las corcholatas y no solo se calentaron; ya están hirviendo. Hace mucho que se pusieron a las brasas opositores, artistas, investigadores, médicos, periodistas, inversionistas y tantos más. Ya salieron a la calle. ¿De verdad es buena idea minimizarlos e insultarlos? ¿No será buena hora para preguntarles a los talibanes de Irán cómo les fue en estas semanas?

Mientras más tiempo tardemos en comprender y actuar frente al cambio climático, más costoso va a ser tomar medidas preventivas. Y, una vez que se derrite el hielo, pues ya no hay mucho que hacer. Igual que se echa a perder tu cubita, pues se echó a perder el planeta. Caray, ¡qué lástima, Margarito!

De igual manera, a mucho menor escala, pero escala relevante a corto plazo para todos nosotros, es hora de dejar de calentar…

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