Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, durante una marcha en Ciudad de México en apoyo a una serie de cambios propuestos en el sistema electoral, el domingo.

Por Steve Fisher y María Abi-Habib, de The New York Times en exclusiva para Grupo AM en Guanajuato.

Ciudad de México.- Dos semanas después de que decenas de miles de mexicanos protestaran contra una serie de cambios electorales propuestos que, aseguran, socavarían la democracia, el presidente de México marchó el domingo por la capital acompañado por una multitud de personas, una muestra de apoyo popular a su mandato.

En una prueba anticipada de las elecciones presidenciales de 2024, los partidarios del presidente Andrés Manuel López Obrador, algunos de los cuales viajaron cientos de kilómetros en autobuses hasta la capital, llegaron con banderas de México, bandas de música e incluso peluches del presidente para llenar el corazón de la capital mientras coreaban: “Es un honor estar con Obrador”.

La oposición política de México y algunas personas de la sociedad civil se expresaron en contra de la marcha, a la que calificaron de la demostración de fuerza de un líder al que tachan de autoritario en ciernes que usa los recursos del Estado —entre ellos los programas de bienestar social— para mantener su popularidad.

El presidente ha negado esas acusaciones, pero el domingo quedó clara la influencia que López Obrador mantiene en muchos mexicanos.

Algunos dijeron que estaban allí para mostrar su apoyo a un presidente que los ha beneficiado económicamente a través de los programas de bienestar, aunque estaban menos al tanto de los objetivos políticos más específicos de López Obrador, como los polémicos cambios electorales que espera que sean ratificados.

Los cambios darían al presidente más control sobre los sistemas electorales de México, pero aunque el Congreso de México empezó a debatir la propuesta a principios de este mes, López Obrador no tiene suficientes votos para que se apruebe.

Los miembros de la oposición temen que el presidente intente aprobar los cambios por otros medios antes de que termine el año. Recientemente, López Obrador ha recurrido a los decretos presidenciales para adoptar algunas de sus políticas más polémicas.

La marcha del domingo fue un intento del presidente de mostrar el apoyo popular a su mandato, así como a su intento de replantear el sistema electoral y aumentar su poder sobre el organismo que supervisa la votación, el Instituto Nacional Electoral.

Se realizó dos semanas después de que una marcha para proteger al instituto de los cambios atrajera a decenas de miles de simpatizantes. Esa protesta fue la mayor marcha de la oposición durante esta presidencia.

Cuando López Obrador se dirigió a la multitud el domingo por la tarde, su discurso se centró en gran medida en los programas de bienestar que su gobierno ha iniciado, mientras que en buena parte eludió la violencia en aumento y el deterioro de la situación de seguridad que ha afligido al país desde que asumió el cargo en 2018. A unos cuatro años de su mandato, el presidente mantiene un índice de aprobación que ronda el 60 por ciento, lo que lo convierte en uno de los líderes más populares del mundo.

“Amor con amor se paga”, dijo cuando subió al escenario.

López Obrador citó el programa de austeridad en el gasto que ha emprendido su gobierno, que ha llevado a algunos trabajadores gubernamentales a tener que llevar su propio papel higiénico y agua para tomar a algunas agencias estatales, según los empleados. “En nuestro gobierno”, dijo, “no hay lujos ni derroches”.

Eso ha liberado más dinero para dirigirlo al sistema de bienestar social, aunque algunos economistas independientes dicen que los programas no son tan eficientes como durante los gobiernos anteriores y reparten la asistencia sin tener en cuenta las necesidades.

El domingo, los partidarios del presidente llenaron el trayecto de más de cuatro kilómetros desde el monumento del Ángel de la Independencia hasta el Zócalo, el área en donde está la sede del poder gubernamental y desde donde López Obrador se dirigió a multitudes de partidarios al final del día.

Alfredo Ramírez Martínez, de 56 años, un agricultor que viajó unos 500 kilómetros en autobús desde el estado de Oaxaca a Ciudad de México, dijo que había venido a apoyar a un presidente que “ayuda a la gente más necesitada”.

Pero dijo que estaba decepcionado por el empeoramiento de la situación de seguridad en su estado. “Eso siempre va a existir”, dijo.

Los críticos de López Obrador dijeron que él y su gobierno presionaron a los poderosos sindicatos de México para que asistieran a la marcha del domingo y acusaron a los municipios gobernados por el partido en el poder de presionar a los ciudadanos para que asistieran, pagando los autobuses para transportarlos a la capital.

“Lo que muestra es el miedo del presidente y de su administración: perder el poder en la elección de 2024”, dijo Claudio X. González Guajardo, integrante de la oposición política que ayudó a organizar las protestas de principios de este mes. “Creo que estamos frente a un hombre autoritario que pretende conservar el poder a toda costa, está dispuesto a pasar por encima de la Constitución y las leyes para lograrlo”.

Aunque González estuvo de acuerdo en que el presidente mantiene altos índices de aprobación, señaló la pérdida de escaños en el Congreso que el partido gobernante sufrió durante las elecciones del año pasado.

El presidente sostuvo que la participación del domingo fue genuina.

Cientos de integrantes de los enormes sindicatos de la electricidad y la construcción de México ondeaban tanto las banderas de sus sindicatos como las del partido en el poder. Por toda la capital se estacionaron autobuses con carteles indicando su origen, y los manifestantes se bajaban de los vehículos mientras los mariachis daban una serenata a la multitud que se dirigía al Zócalo.

Las marchas opuestas de las últimas semanas ponen de relieve un México fracturado, en el que, en la última década, López Obrador ha establecido un partido político que ha superado en gran medida a su oposición. Sin embargo, el partido gobernante se enfrenta a obstáculos importantes antes de las elecciones presidenciales de 2024, entre ellos el debilitamiento de la economía.

La Constitución prohíbe que López Obrador se lance para un segundo mandato, pero se cree que está posicionando a algún miembro leal de su partido como candidato presidencial para poder mantener su influencia una vez que se salga de la presidencia.

Magdalena Molina García, de 62 años, ama de casa de Ciudad de México, dijo que asistió a la marcha del domingo para expresar su apoyo a un mandatario que había aumentado su acceso y el de su familia a los programas sociales, incluyendo uno emblemático dirigido a los mexicanos jóvenes.

Sin embargo, Molina dijo que no apoyaba la estrategia de seguridad “abrazos, no balazos” del presidente. López Obrador utilizó la frase para describir la táctica de gastar más para alejar a los jóvenes de los poderosos cárteles de la droga del país y dirigirlos hacia una vida más significativa.

“Jamás abrazaré a un delincuente”, dijo. Pero, aseguró, “soy 100 por ciento obradorista”.

Copyright 2022. The New York Times. 

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