“Por milenios los humanos creyeron que la autoridad venía de los dioses. Entonces, en la era moderna, el humanismo gradualmente cambió la autoridad de las deidades a la gente”. 

Yuval Noah Harari

 

GUADALAJARA.- El presidente López Obrador ha querido desde hace tiempo preparar su pedestal para la historia. Ya sus acólitos lo han candidateado para el Premio Nobel de la paz; pero él, modesto como es, se conforma simplemente con fundar una nueva filosofía. 

Este 27 de noviembre ofreció una descripción del paraíso en que ha convertido a México en cuatro años. “Estamos ganando la batalla contra el clasismo, el racismo y la discriminación”. “México hoy es santuario de libertades”. “Enfrentamos la pandemia con dolor, pero con eficiencia”. Ayer añadió en la mañanera: “Lo mejor es la recuperación económica”.

Desde el Zócalo ofreció el domingo una reflexión sobre cómo promover sus enormes logros: “La política es, entre otras cosas, pensamiento y acción, y aun cuando lo fundamental son los hechos, no deja de importar cómo definir en el terreno teórico el modelo de gobierno que estamos aplicando. Mi propuesta será, o sería, llamarle humanismo mexicano”. La expresión es sonora y contundente. Ya podemos pensar que los alumnos de México y el mundo estudiarán en el futuro este “humanismo mexicano” que transformó a un país pobre y corrupto en un ejemplo de prosperidad y honestidad. 

Pero ¿son las políticas de AMLO realmente humanistas? El término “humanismo” ha sido utilizado con distintos significados al paso del tiempo. Se empleó originalmente para distinguir un movimiento artístico, el Renacimiento, que reivindicaba los valores humanos frente a los religiosos del Medioevo. La filosofía define las ideas que ponen al ser humano, en vez de a Dios, en el centro del pensamiento y la ética. En las últimas décadas se ha usado, como en la expresión “humanismo secular”, para definir el ateísmo, o el agnosticismo, en contraposición con la religiosidad. 

Las ideas de López Obrador, sin embargo, no son humanistas. Para empezar, él mismo se ha declarado creyente, y no solo creyente; en 2020 pretendió que unos amuletos religiosos podían proteger de una enfermedad mortífera como el COVID. El humanismo, por el contrario, promovió siempre el conocimiento científico que permitió entender que las enfermedades no tenían nada que ver con Dios. El humanista es un creyente, sí, pero de la capacidad del ser humano para construirse un mejor futuro. Por eso el humanismo estuvo asociado con el surgimiento de la economía de mercado. Para López Obrador, sin embargo, los pobres son como “animalitos”, que deben ser alimentados por el gobierno, ya que no pueden hacerlo por sí solos. El asistencialismo que promueve no es humanista, sino paternalista. 

El humanismo es reacio a los pasaportes. Considera que todos los seres humanos, por el hecho de serlo, tenemos la misma valía. Los nacionalismos que descalifican a quienes nacen fuera del propio país no son humanistas. Tampoco es humanista la teoría de la “autosuficiencia económica”, una perniciosa forma de proteccionismo. 

No son humanistas los que descalifican a quienes piensan distinto. El humanismo es por naturaleza tolerante. No lo son tampoco quienes rechazan la aplicación de la ley porque no se aviene a su voluntad. La filosofía del “Y no me salgan con que la ley es la ley” no es humanista. 

Es buena señal que el Presidente quiera calificar sus políticas como “humanistas”. Significa que admira los principios que han permitido el surgimiento de una sociedad con libertades económicas, políticas y personales. Para seguir adelante en su filosofía, sin embargo, necesita enterarse de cuáles son los principios humanistas y empezar a respetarlos. 

Fiscal

¿Qué parte de que no es constitucional no entendió el Presidente? La Corte Suprema declaró inconstitucional la prisión preventiva oficiosa en casos de defraudación fiscal. Una nueva ley, como propuso ayer, no le quitará lo inconstitucional. 

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