Lo que pasó este fin de semana, aunque no imprevisto, sí fue decepcionante. Básicamente ocurre lo mismo de siempre, hay mala administración, corrupción, colocan a personas sin preparación en puestos importantes, priorizan la ganancia económica por sobre el interés común y sucede lo inevitable: fracaso. 

Después, llegan grupos opositores a prometer que si les dan chance las cosas van a cambiar, las prácticas serán distintas, los objetivos nobles y los resultados favorables. En respuesta y para que no los quiten de donde hay, los de siempre aseguran que hicieron lo mejor, que necesitan más tiempo, que las condiciones eran adversas y que definitivamente con otra oportunidad alcanzarán lo que todos y todas quieren: saborear las mieles de una administración competente y satisfactoria.

La historia mexicana da cuenta de los dos escenarios, tanto en los que se dan segundas, terceras, cuartas y demás oportunidades a quienes notablemente han fallado con anterioridad, como en los que el hartazgo llegó a tal punto que hubo corte de cabezas para el arribo de nuevos nombres que, sin embargo, al final nos dimos cuenta que replicaron las mismas mañas que reprochaban con vehemencia cuando no estaban en la silla ejecutiva.

Decepcionante y cínico es también que una vez fuera del encargo, quienes ya tuvieron su oportunidad y la echaron a perder hasta con terribles consecuencias, desde atrás de la barrera se han convertido en voces especialistas y tienen las soluciones más sencillas y evidentes para rectificar todo lo que se hace mal. ¡Vaya!, hablan con tal seguridad y coherencia en el micrófono que hasta dan ganas de ponerlos al mando otra vez (si no tuviéramos memoria, claro).

México es, pues, la eterna encrucijada de escoger entre lo malo y lo peor, entre volver a confiar en quienes nos decepcionaron al develar sus egoístas intereses o entregarnos a la esperanza de que quizá los otros sí sean distintos y cumplan con lo que prometen. 

Para quienes vivan debajo de una piedra, este fin de semana la Selección Mexicana jugó su segundo partido del mundial en Catar contra su similar de Argentina y, aunque entregó un primer tiempo ordenado en la defensa, para el segundo se desbarató y terminamos, otra vez, con la cara entre las manos. Pero la esperanza nunca muere, decimos, y ya preparamos el corazón y la botana para el miércoles. 

Ah, también este fin de semana el presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó una marcha como respuesta a la convocada para defender al INE. Cientos de miles de personas (dicen que 1.2 millones, pero la vez pasada calcularon muy abajo y ya no les creo nada) se concentraron en calles del centro de la Ciudad de México y terminaron en la plancha del Zócalo. La oposición dice que todos fueron acarreados, lo cual es tan absurdo como asegurar que la marcha previa no tuvo participación ciudadana.

ACLARACIÓN       
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo

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