Recién fue liberado el documento titulado “Panorama social de América Latina y el Caribe 2022: La transformación de la educación como base para el desarrollo sostenible”. Los impactos sociales que ha traído aparejada la pandemia no ceden y la región no ha podido retomar la senda de crecimiento y de reducción de la pobreza y la desigualdad, en un escenario de incertidumbre, elevada inflación, creciente informalidad laboral y precaria recuperación de los empleos. 

Se destaca el impacto de la pandemia en el sector educativo -una crisis silenciosa como consecuencia de la muy prolongada interrupción de la educación presencial en la región y sus repercusiones en la pérdida de aprendizaje- que no fue abordado como parte de la respuesta inmediata frente a la crisis, lo que profundiza las desigualdades educativas preexistentes

Esta crisis, junto con las privaciones críticas que enfrenta la infancia y los riesgos de incremento de la inseguridad alimentaria, pone en riesgo el desarrollo y bienestar de toda una generación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, y produce un “efecto cicatriz” que mina las oportunidades de desarrollo en la región.

De acuerdo con los datos recopilados por el Instituto de Estadística de la Unesco (IEU), entre febrero de 2020 y marzo de 2022 México tuvo 53 semanas de cierre total y 28 de cierre parcial de las clases presenciales. Esta cifra supera con creces el promedio mundial de 21 semanas de cierre total y 20 con cierres parciales. Si bien se hicieron estrategias de continuidad con educación a distancia, aprovechando los medios disponibles y generando innovaciones pedagógicas, el impacto de la interrupción prolongada de la educación presencial es devastador.

En nuestro país, el acceso a internet en hogares con niñas, niños, adolescentes y jóvenes de entre 5 y 20 años fue del 42% en el quintil de ingresos más bajo y del 85% del quintil más alto. Si a esta desigualdad en el acceso de conectividad le sumamos las limitantes de aparatos digitales como computadores y tabletas, espacio físico en la vivienda para estudiar y conectarse a clases, o verlas a través de una sola televisión cuando hay más de dos o más estudiantes en casa, resulta obvio que suponer que los alumnos aprendieran lo programado en conocimientos, habilidades y destrezas sería iluso.

¿Cómo atender el deterioro en el aprendizaje por la pandemia; la presencialidad en todos los niveles escolares; la desigualdad de medios educativos por ingreso, región y género, y cómo prevenir el abandono escolar? Se discute en el informe como la oportunidad para transformar la educación proponiéndose como objetivos cinco vías de acción: 1) Escuelas inclusivas, equitativas, seguras y saludables. 2) Aprendizaje y competencias para la vida, el trabajo y el desarrollo sostenible. 3) Docentes, enseñanza y profesión docente. 4) Aprendizaje y transformación digital. 5) Financiación de la educación.

Visibilización especial merecen, a mi juicio, las desigualdades de género en las trayectorias educativas y laborales. El incremento del acceso a niñas, jóvenes y mujeres ha sido uno de los grandes avances en la región. De hecho, las mujeres alcanzan tasas de conclusión de la educación secundaria y de la educación superior mayores que las de los hombres. El índice de paridad de género en la tasa bruta de matrícula en la educación superior, revela que se ha superado en favor de las mujeres en México: 1.05. 

Sin embargo, los avances en el acceso a la educación por parte de las mujeres no se traducen en condiciones de igualdad en el mercado laboral: Hay segregación ocupacional, subrepresentación de las mujeres en sectores dinamizadores de la economía y de mayor productividad, vinculados, por ejemplo, a las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, en las brechas salariales y, en general, en una menor participación de las mujeres en el mercado laboral. 

Los impactos de la pandemia de COVID-19 han dejado al descubierto nudos estructurales de la desigualdad de género, e incluso los han profundizado, pues las mujeres han amortiguado los efectos de la crisis a través de un aumento de la desocupación, la informalidad, la pobreza y el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, así como de una precarización de sus condiciones de vida. Como ya se ha documentado en México, durante la pandemia se registró una contundente salida de las mujeres de la fuerza laboral, lo que significó un retroceso de casi dos décadas.

Invito a quienes estén interesados en el tema o sean tomadores de decisiones de políticas públicas, a que consulten este revelador informe para disminuir el “efecto cicatriz”.

(Consultable en bit.ly/3FnanZE)

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