Empezaba el partido de futbol México Vs. Argentina cuando empecé a chatear con una amiga mexicana que vive en ese país y estaba también viendo el juego. ¿Quién crees que gane? -me preguntó. Con franqueza le dije: No es porque Argentina tenga en su equipo al gran Messi, ni porque han ganado la Copa del Mundial dos veces y casi siempre quedan en las finales, es la mentalidad mexicana que no se sobrepone, por lo que creo ganará Argentina. ¿Cómo así? –me preguntó. Ajena a los problemas internos de nuestro país por vivir desde hace años allá, tuve que hacer un breve comentario para explicarme. Mira: Los argentinos tienen un ego que les mueve a lograr muchas cosas, tienen confianza en sí mismos. Los mexicanos tienden a quedarse en el “casi por merito”, no terminan de concretar. La mejor participación de México en los mundiales fue en 1970 y en 1986, siendo anfitrión en ambas ocasiones. Al sentirse reconfortado en su propia casa, el Tri llegó hasta la fase de cuartos de finales. Mi amiga asintió diciendo que Argentina ganaría. 

La actitud de los mexicanos en los mundiales es de mucha algarabía. Llevan variados disfraces, cantan alegres en todas partes y muestran su emoción por doquier. El distintivo es que se entusiasman pensando que ahora sí nuestro equipo llegará a finales. Los medios de comunicación y patrocinadores se encargan de fomentar la esperanza en el equipo. En la Copa Mundial de Rusia decían: “Es momento de demostrar que creemos en la Selección Mexicana, un equipo que luce fuerte y que se ha mencionado como un candidato firme”. Pero … nada. ¡No avanzó! 

Los mexicanos sueñan cada cuatro años con pasar, aunque sea a cuartos de final. Fantasean con tener la Copa Mundial y esperan que algún día se cumpla esta esperanza, que a veces se marchita, pero florece cuando el Tri empieza a competir. Así también los mexicanos y mexicanas esperan cada seis años la elección de un presidente que aminore la pobreza, que impulse a México hacia el desarrollo y que si roba, no saquee. Cada final de sexenio se hace interminable, pues ya se espera al siguiente mandatario con la ilusión de que ahora sí este sea el bueno.  

AMLO llegó a la Presidencia con promesas de combatir la corrupción, fomentar la economía cuidando de los más pobres y pacificar al País. Por desgracia, ninguna de esas promesas ha sido cumplida. La corrupción permanece, los pobres se multiplican y la inseguridad crece. Los gastos derrochados en el acarreo de su marcha para auto aclamarse fueron descarados y vergonzosos. Así las cantidades invertidas en sus emblemáticas obras que se llevaron a cabo por capricho y sin estudios que las avalaran. Tristemente en México se vive el día de la marmota, amanece con esperanza y termina en desilusión tanto en el gobierno como en el futbol.

LALC

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