Fracasó la pretensión del presidente López Obrador de forzar la elección de la ministra Yasmín Esquivel como titular del Poder Judicial de la Federación y, en ese trayecto, fracasó también su argucia de reducir el plagio de la tesis a “un error de estudiante”. El descubrimiento de Guillermo Sheridan motivó una atención pública inusual y nuevos hallazgos -que los operadores de Palacio Nacional intentaron tapar con una serie de artificios- terminaron por sepultar la ambición de Esquivel.
Tampoco funcionó la intimidación. Como es evidente, la capacidad del gobierno para doblar a sus opositores se ha encogido, y así como fracasó en sus intentos de prolongar el mandato del ministro Arturo Zaldívar y de sacar adelante la reforma constitucional para desnaturalizar al INE, en este caso de importancia capital, la mayoría de los ministros ignoró la directiva que de manera tosca, con insultos y agravios, pretendió imponerles el presidente de la República para que eligieran a la candidata “comprometida con la transformación”.
De nada sirvió el uso faccioso de distintos actores: la directora de su tesis, Martha Rodríguez Ortiz; la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, a través de la agente del ministerio público Araceli Gómez de los Santos; el notario 121 de esta capital, Amando Mastachi; profesores de larga data, pero de poco lustre que le expidieron certificados de buena conducta y abogados, como Everardo Moreno, que no dudó en proclamar: “la ministra Yasmín Esquivel, por sus virtudes, honra a este organismo y podrá ser, y ojalá así sea, la primera mujer que la presida”.
El manejo tortuoso de la ministra Esquivel se mantuvo hasta el límite, pero encontró una respuesta contundente: obtuvo solo un voto, el suyo, en la segunda ronda de votación, lo que evidenció el juicio severo de sus pares.
Este capítulo aún no concluye. Le toca ahora a la UNAM darle seguimiento a la investigación sobre el plagio de Yasmín Esquivel y al desempeño de la profesora Martha Rodríguez. Sin embargo, el reto mayor lo tiene la primera mujer que encabeza al Poder Judicial de la Federación, la ministra presidenta Norma Lucía Piña: avanzar en una reforma a fondo del Poder Judicial, una que logre una justicia pronta y expedita, que combata la corrupción y el nepotismo, vicios añejos de los sistemas de procuración y administración de justicia.
Pero debe subrayarse un hecho: el enorme riesgo que enfrentó el sistema político de entregarle a López Obrador el control del Poder Judicial, de que sus leyes inconstitucionales no fueran frenadas en el pleno de la Corte y se avanzara en el intento de construir el país de un solo hombre.
Se rompió el “techo de cristal” y se evitó que el Presidente tuviera al frente de la Corte una jueza de consigna, una incondicional. Se impidió el zarpazo, se evitó la regresión y esto no es poca cosa aunque, vale advertirlo, no será el último intento.
@alfonsozarate
* Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario