La Corte: momento estelar
Comentaba en mi última entrega, el 25 de diciembre, que el alud de noticias había convertido los finales de año en algo diferente y vaya que los hechos parecen haberse empeñado en darme la razón, no sólo durante la última semana de 2022 sino durante la primera de 2023, que ha sido trepidante.
Comenzó todo el lunes 2, con la elección de Norma Piña Hernández como la primera mujer en presidir la Suprema Corte de Justicia de la Nación en la historia de nuestro País. Para entender el significado de esta decisión basta repasar que en 200 años han sido apenas 14 las mujeres que han accedido al cargo y que cuando lo hizo en 1961 la primera de ellas, María Cristina Salmorán de Tamayo “entre abogados corría la tonta broma de estar litigando ante la ‘Suprema Corte y Confección’”, según veo en un texto publicado por Nexos en 2015 , anécdota que cuenta una de esas 14 protagonistas, Margarita Beatriz Luna Ramos, designada Ministra en 2004. Leí en un tuit que desde luego no había un baño para mujeres en la Suprema Corte, supongo que tuvieron que resolverlo.
La cereza del pastel de este momento estelar (este sí, para que vean) de la historia en nuestro País ha sido que la primera mujer en ocupar ese lugar no fuera la ministra Yasmín Esquivel, favorita de Los Pinos y que hasta el último momento se defendió, con maniobras que llegaron al ridículo por la cantidad de contradicciones, de la denuncia que hizo Guillermo Sheridan el 21 de diciembre pasado, en el sentido de que había plagiado la tesis que presentó ante la UNAM.
El escándalo, cuyo desenlace espera el país con expectación, nos deja lecciones importantes. Leí por ahí en Twitter a alguien que no conozco que sostenía que más allá del hecho de que los antecedentes de la ministra Piña Hernández parecen hacerla capaz de ser un contrapeso (ojo, no un muro de contención a ultranza) en un periodo en el que que pasarán por el tribunal trascendentales decisiones, el que una simple colaboración en un medio de un académico fuera capaz de ‘tumbar’ una decisión estratégica del Gobierno, es un símbolo indudable de salud democrática.
Desde luego, no lo consideran así ni el presidente Andrés Manuel López Obrador ni sus seguidores. Las agresivas críticas que desde las mañaneras salieron contra Sheridan revelan no solo el impacto que tuvo echar abajo la eventual designación de Esquivel Mossa, sino la intolerancia del Presidente a que se desafíe su poder, que comienza a menguar en un proceso que no hará sino agudizarse en la medida que avance la sucesión. Y es que en los años de los periodos del Gobierno del ejecutivo mexicano, ‘no hay quinto bueno’, como bien explica hoy en AM Jorge Volpi.
Y la brutal violencia
El otro componente del arranque de 2023 ha sido, una vez más, la violencia. Y comenzó de la peor manera, pues la masacre de Año Nuevo en el penal de Ciudad Juárez, fue, hasta donde recuerdo, una de las peores matanzas de guardias de seguridad en la historia reciente de nuestro País.
Por azares del destino, tuve el testimonio directo de un amigo muy cercano sobre la masacre ocurrida en octubre de 1977 en el penal tapatío de Oblatos, cuando un grupo conocido como “Los chacales” (todo queda dicho con el nombre) atacó en la zona del Rastro a un importante grupo de guerrilleros que purgaban sus condenas en aquel penal, entre ellos muchos dirigentes de la Liga Comunista 23 de Septiembre y las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo. Fue un episodio de una violencia brutal, reseñado con una lluvia de adjetivos por la prensa de entonces, en lo que con el tiempo pareció apreciarse como un intento frustrado de eliminar a los subversivos presos, que por cierto no corrió con éxito.
En mayo de 1991, por increíble que parezca, me topé en la esquina de mi trabajo en una agencia de noticias de la Ciudad de México, con las consecuencias de otra brutal matanza… en Matamoros. Por circunstancias que no recuerdo y no logré ahora rescatar, sobrevivientes de una bronca monumental en la que murieron 14 personas fueron trasladadas para su atención a un hospital ubicado en la Colonia Roma. De lo que sí me acuerdo es que muchas de las víctimas fallecieron a consecuencia de ataques con botellones de agua (que entonces eran de vidrio), que les rompieron el cráneo.
En fin, lo que no recuerdo, aunque tal vez me falte investigar, es la ejecución a sangre fría de 10 custodios de un penal, como ocurrió en Ciudad Juárez al iniciarse 2023. Los testimonios gráficos que permiten imaginar cómo fue el final de esos seres humanos retratan una historia de crueldad y venganza que hace que no resulte sorprendente que el presunto responsable de los hechos, Ernesto Alberto Piñón de la Cruz, alias ‘El Neto’, haya pagado con su vida cuando fue ubicado por las fuerzas de seguridad.
Leo en un medio local de Ciudad Juárez un emotivo relato sobre la forma en que seis de los agentes sacrificados fueron despedidos en una misa celebrada por ocho sacerdotes de la Diócesis de Juárez en la parroquia El Señor de la Misericordia. “Los sacerdotes que estamos aquí es una solidaridad preciosa, queremos ser proclamadores de un amor nuevo, que va a transformar el corazón más incipiente, más indiferente”, dijo el padre Beto Luna durante la ceremonia. Ojalá que así sea.
Y la segunda parte
La muerte del tal ‘Neto’ quedó opacada porque a la misma hora en que lo cazaron, el infierno comenzó a desatarse en Sinaloa con la captura, ahora sí, de Ovidio Guzmán, el hijo de ‘El Chapo’, cuyas tropas habían dejado en ridículo al Gobierno federal en octubre de 2017.
Para no extendernos demasiado sobre un tema que los lectores han visto ampliamente consignado en nuestro medio y en otros, basta decir que cada día que pasa hay nuevos detalles de la magnitud del enfrentamiento que trajo la captura de este delincuente: primero fue el recuentos de bloqueos y saqueos, luego la revelación de que habían muerto 10 militares en las operaciones y ahora los testimonios de las huellas de la batalla en Jesús María, en las afueras de Culiacán, y en la propia casa en la que se produjeron los hechos.
Creo que más allá del impacto de que las autoridades cedieran ante los hampones y liberaran hace tres años a Ovidio, aquella decisión presidencial cobra un nuevo significado a la luz de lo que hemos visto esta semana en Sinaloa: si un operativo mejor preparado, en cuanto al despliegue y a la hora en que se realizó, trajo todas estas consecuencias, no podemos saber qué hubieran sido capaces de hacer las tropas del cártel en aquella ocasión.
Y cómo el Gobierno de la República se olvidó por esta vez de los abrazos y hasta disparó desde un helicóptero a los delincuentes, que también son seres humanos, pero con frecuencia despiadados, conviene tener presente que más allá de la detención de este o aquel, el verdadero desafío es aniquilar el control que sobre comunidades sometidas ejercen las organizaciones criminales, allá en Sinaloa o por estos rumbos, toda proporción guardada.
¿Qué ver, qué leer?
Los anuncios de las series y las películas que vienen tensan cada vez más a todos aquellos que tenemos menos tiempo del que quisiéramos para disfrutarlas (temo que ya no hay quien se salve, con el aluvión de estrenos).
Desde luego, entre lo más apetitoso está el estreno en marzo de la miniserie de cinco capítulos “White House Plumbers”, de David Mandel y protagonizada por Woody Harrelson y Justin Theroux, que cuenta cómo E. Howard Hunt y G. Gordon Liddy, míticos operadores de Richard Nixon, acabaron por sabotear la presidencia de Richard Nixon.
Pero mientras que The New York Times pronostica que Daniel Giménez Cacho (por “Bardo”, de Alejandro González Iñárritu) y Tenoch Huerta (por “Wakanda Forever”, de Ryan Coogler) pueden estar entre los aspirantes más firmes al Oscar, tuve esta semana que pasó la oportunidad de ver “Belfast”, de Kenneth Branagh, una película deliciosa, de gran belleza, sobre una época terrible que al actor, ahora como director, le tocó vivir: 98 minutos muy bien aprovechados.
MCMH