Durante el siglo XIX, los duelos a muerte fueron condenados por la ley, pero aceptados hasta cierto punto como algo relacionado con el honor de los contrincantes. Y en el México porfirista, el honor no era visto como poca cosa.
El 9 de agosto de 1894 a las 4 de la tarde, atrás del panteón español, se batieron en duelo José Verástegui y Francisco Romero, este último nacido en Tulancingo. Coronel del ejército mexicano para ese momento y veterano de la guerra de intervención, en 1894 era también diputado de la XVI Legislatura. El contrincante, es decir Verástegui, era un alto funcionario de la burocracia porfirista, administrador principal del Timbre, es decir, recaudador de impuestos. Sus padrinos elegidos fueron el senador Ramón Castillo y el diputado Ramón Prida. Con ellos iba el médico y muy destacado militar, Sóstenes Rocha, compañero Diputado de Francisco Romero. Fue el general Rocha quien, marcó los puntos para el movimiento de los duelistas, que se batirían con las pistolas que él llevaba consigo. Ese duelo, se había acordado para detenerse a la primera gota de sangre, como eran casi todos. De hecho, el tulancinguense había participado en 2 anteriores, el primero se había suspendido y en el segundo había triunfado hiriendo a su contrincante con la espada.
Es claro que el tulancinguense tenía en muy alta estima su honor, o le gustaba batirse a duelo. De este último muy famoso duelo, famoso sobre todo porque todos los participantes eran de la elite porfirista, no sabemos a ciencia cierta las causas, hay por lo menos 3 hipótesis. La primera dice que el Coronel tulancinguense escucho a Verástegui hablar mal de él en la casa del Señor Barajas durante una tertulia, una segunda hipótesis dice que Verástegui le faltó al respeto a la señora Natalia Zamora de Barajas, esposa del anfitrión de dicha tertulia; la tercera es que los batientes eran rivales de amores de una dama cuya identidad nunca se supo.
Tarde a la cita (concertada a las 3 de la tarde) llegó el tulancinguense, pero salió victorioso, un solo y certero tiro disparó en contra de Verástegui quien cayó herido de muerte. Por supuesto que el hecho trascendió en escándalo. Al otro día, Romero llegó al Congreso y lo primero que dijo fue que había matado a un hombre defendiendo su honra. Fue juzgado y condenado a unos meses de cárcel, su carrera que iba en ascenso se vio suspendida varios años, aunque Madero lo ascendería a General en 1913.
La más perjudicada después de Verástegui fue la señora de Barajas, que incluso fue encarcelada y citada en todos los medios periodísticos como la causante de este duelo que por la envergadura de los participantes y el escandalo subsecuente en la prensa, fue el último que se llevó a cabo en México.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo