Un proceso intenso
Tuve la oportunidad de cubrir como periodista sesiones de la antigua CFE bis, es decir, la Comisión Federal Electoral. Todo aquel sistema hecho para ser funcional al Gobierno en la ‘época del partido casi único’ se vino abajo sin remedio a partir de 1988, como vimos en las elecciones federales y en las de León, tras el relleno de las urnas del miércoles 7 de julio.
A partir de ahí, una larguísima serie de modificaciones hicieron confiables nuestras elecciones, aunque también carísimas y atiborradas de reglas complicadas de vigilar y cumplir.
Pese a las críticas que han surgido siempre, más ahora que nunca, el sistema ha garantizado la competencia, aunque es verdad que el cerrado margen con que ganó Felipe Calderón a Andrés Manuel López Obrador quizá hubiera sido diferente con autoridades más estrictas a la hora de sancionar el papel de Vicente Fox y algunas organizaciones intermedias.
También pienso que las reformas que plantea actualmente el presidente López Obrador tienen en términos generales el objetivo de recuperar las ventajas con las que operaron siempre los gobiernos en turno.
Sería desde luego necesario concretar las reformas y ponerlas en práctica para confirmar esta teoría, pero entre tanto quienes han analizado en serio sus eventuales efectos en el proceso, apuntan a que complicarían realizar un proceso pulcro
Venga toda esta parrafada de la que me disculpo para plantear que lo que sí hay que modificar son los tiempos de campaña. Bastó ver este fin de semana en Guanajuato la rebatinga producida por una videoconferencia de la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum y por la visita del dirigente del PRI, Alejandro Moreno, para apreciar la necesidad de que se hagan ajustes.
Lo que sin embargo se comprueba también cada vez más es que vamos a tener un proceso intenso y que a menos que haya un resultado indeseable -y no me refiero a los eventuales vencedores sino a las broncas-… ¡nos vamos a entretener muchísimo!.
Ocupantes motorizados
Todos hemos visto la forma en que se ocupan los cajones para personas con discapacidad por conductores que no tienen ningún problema que lo amerite y siempre pensamos que se trata de gente abusiva, sin afecto por el prójimo, aunque seguramente habrá excepciones.
La situación es particularmente visible en las distintas tiendas a las que acudimos, donde a veces el problema se agudiza por la gran cantidad de cajones vacíos que se ven en estacionamientos repletos, lo cual impulsa a muchas personas a brincarse la prohibición.
Hasta donde me ha tocado ver, los establecimientos cumplen con la norma y destinan determinado número de espacios para las personas con discapacidad y hasta ahí. Ya no se preocupan de que se haga buen uso de ellos, aunque acaso me equivoque.
Y por lo que hace al común de los mortales, en estos tiempos en que lo matan a uno por arquear una ceja, son escasos los casos de quienes se animan a reclamar a aquellos que abusan.
La historia por lo visto es similar en España, pero Juan Larreta, un hombre de 54 años, de la ciudad navarra de Pamplona, echó a andar un mecanismo que ha puesto el alto a muchos.
Cada vez más limitado por el avance de la esclerosis múltiple que padece hace 16 años y que lo obligó a dejar de trabajar desde 2018, arrancó #OkupasMotorizados, una iniciativa que denuncia diariamente en redes sociales a los coches estacionados de forma ilegal en las plazas para personas con movilidad reducida.
De acuerdo con un reportaje que publicó El País y varios otros que encontré en su sitio de internet, la iniciativa ha logrado desde 2019 que se divulguen a diario hasta 9 mil 500 imágenes de infractores y ha obligado a las autoridades a prestar atención al asunto.
Entre los frutos inmediatos de la estrategia está que se implante en Navarra una tarjeta de estacionamiento única para personas con discapacidad.
Y aunque Larreta -quien platica que todo comenzó compartiendo una foto de un vehículo policial que estaba en un lugar especial y que luego se enteró de que en realidad tenía derecho- decidió poner fin el mes pasado a las denuncias diarias, la idea se ha multiplicado y sobrevivirá.
Y es que, como explica en la entrevista: “La gente te pregunta ‘¿para tanto es? A mí, andar 20 metros me supone lo que a vosotros andar varios kilómetros”.
¿Qué ver, qué leer?
Esta película contiene “escenas espeluznantes”: con ese inusitado mensaje recibe en Netflix al espectador “Sin novedad en el frente”, la primera producción alemana nominada a mejor película y que aspira a otros ocho premios de la Academia.
Todo esto, como bien señala Elena G. Sevillano en El País, tratándose de una recia proclama antibélica en el momento en que Europa, todo el mundo, está sumido en la guerra provocada por la invasión rusa a Ucrania.
Antes de verla, desde que leí sobre ella, supuse que tendría que ver con una película del mismo título, de la que me hablaron mucho mis padres. Y así fue, ya que se trata de la tercera versión fílmica de una novela publicada en 1929 por Erich Maria Remarque.
La producción de esta nueva versión es del actor Daniel Brühl, al que he visto en muchas películas que me gustaron, “Adiós Lenin” la que más recuerdo de todas, y del que ahora me entero que nació en Barcelona y se llama Daniel César Martín Brühl González.
Junto con su equipo, leo también en un par de críticas, ha sido cuestionado por alterar la historia de Remarque y sobre todo el final de la misma, en la que el protagonista del relato muere “en un día tan tranquilo y calmado, que el informe del ejército se limitó a la frase: sin novedad en el frente”.
Lo que respeta con plenitud la película es el credo antibélico que inspiró el libro y que sigue manifestándose en todos los pasajes que nos retratan la formidable estupidez de la guerra. Vale la pena verla, aunque sí, no mienten, hay escenas espeluznantes.
MCMH