TIENE mucha razón el presidente Andrés Manuel López Obrador al querer que más empresas inviertan en el sureste del país. Si algo necesita esa región es desarrollo, crecimiento, empleo y oportunidades, no discursos, demagogia y nacionalismo trasnochado. El problema es que las inversiones no creen en las buenas intenciones.
ES DECIR, si Nuevo León despunta en la pelea por llevarse la gigaplanta de Tesla, definitivamente no es porque tenga agua. Lo que seguramente más pesa en la decisión del equipo de Elon Musk es que la región Noreste (y en particular Monterrey) ha creado un entorno atractivo para la empresas.
Y, POR SUPUESTO, no es un logro del actual gobierno de Samuel García, sino una herencia de muchas décadas y generaciones en las cuales han participado las empresas, sí, pero también las instituciones educativas y, sobre todo, mujeres y hombres que creen en el trabajo y la superación. Vaya, que atraer inversiones no es cosa de suerte, sino de trabajar fuerte.
PERO como López Obrador no cree en los estudios de prospectiva, toma decisiones sin considerar aspectos técnicos o, peor aun, lo deja a la aclamación de la muchedumbre.
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LA economía no está mejorando. Y si bien hay trabajo, la realidad es que hoy más que nunca lo que la población mexicana tiene es empleo informal. Ganan dinero, sí, pero sin prestaciones, sin crear antigüedad, sin derecho a la seguridad social y sin contribuir a la hacienda pública.
LAS CIFRAS que reportó la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi son brutales: hoy por hoy se tiene el mayor registro de personas trabajando en la informalidad: 32 millones 157 mil… y sigue creciendo. Las mujeres son el sector que más ha visto caer la calidad de sus empleos.
EL CRECIMIENTO de los trabajos informales es un reflejo de lo que es la 4T. Porque así como el AIFA es un aeropuerto nuevo y muy bonito, la realidad es que no tiene vuelos ni pasajeros. Y con la informalidad hay trabajo, pero no de calidad, pues carece de prestaciones y derechos laborales. O sea que lo mismo, pero más barato.
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EN SU AFÁN por quedar bien con Palacio Nacional, el gobernador Alfonso Durazo salió con la novedad de que traspasará las operaciones financieras de Sonora al Banco del Bienestar. Y, en una de ésas, también está pensando llevarse para allá la nómina estatal.
LA DECISIÓN, evidentemente, ha causado sorpresa e inconformidad, de entrada porque el llamado Banco del Bienestar funciona más en la cabecita presidencial que en la realidad. Se suponía que para estas fechas ya habría 3 mil sucursales en todo el país, pero la cifra real no llega ni a la mitad. Y en Sonora apenas hay ¡20 sucursales!, hasta ahora. Pero, bueno, lo que importa es el proyecto político, no las finanzas estatales.