Bájmut, Ucrania.- En medio de las ruinas humeantes, un perro solitario camina sobre la nieve, probablemente sin darse cuenta —o tal vez demasiado hambriento para ser consciente de otra cosa— de que la muerte cae como la lluvia sobre los restos de esta ciudad ucraniana que Rusia está reduciendo a escombros.
Pero por ahora, Bájmut sigue de pie, un símbolo de la resistencia ucraniana que crece con cada día que sus defensores aguantan el implacable cañoneo y las oleadas de tropas rusas que sufren fuertes bajas en una fútil campaña de meses para tomarla.
Un nuevo video de Bájmut filmado desde el aire por un dron para la Associated Press revela cómo la batalla más larga de la invasión rusa ha transformado esta ciudad de minas de sal y yeso en el este de Ucrania en una población fantasma, con sus ásperas ruinas, un símbolo de la locura de la guerra.
En el video filmado el 13 de febrero no aparece gente. Pero están ahí, ocultas en sótanos y construcciones defensivas, tratando de sobrevivir. De la población prebélica de 80.000, unos pocos miles no han querido o no han podido evacuarla. El tamaño de la guarnición que Ucrania mantiene en la ciudad es un secreto.
Las huellas de neumáticos y pies en los caminos cubiertos de nieve revelan la presencia humana. Una escena muestra a un auto que se aleja rápidamente. Frases pintadas en las paredes exteriores de una tienda destruida muestran que aquí hay o hubo gente.
“Bájmut ama a Ucrania” dice una leyenda junto a la figura de Valerii Zaluzhnyi, comandante en jefe de las fuerzas armadas ucranianas, que alza dos dedos en la V de la victoria. “Dios y Valerii Zaluzhnyi están con nosotros”, dice una leyenda debajo de la figura.
Desde el aire se advierte claramente la magnitud de la destrucción. Filas enteras de edificios de departamentos están destripadas, solo quedan en pie los muros exteriores, techos y pisos han desaparecido, dejando los interiores de las ruinas expuestos a la nieve y la escarcha invernal… y el ojo espía del dron.
Como un espeleólogo que desciende a una grieta, el dron entra lentamente en uno de los cascos vacíos, cuyos cuatro pisos se han derrumbado en una pila de cenizas, escombros y metal oxidado.
A otro edificio de apartamentos de cinco pisos le falta un gran trozo. Un cuervo negro entra por la grieta. El dron mira una cocina, otrora un ambiente familiar íntimo, a la que le han arrancado un muro exterior. Hay un colador en el fregadero y platos puestos a secar, como si alguien viviera allí. Pero la capa de nieve sobre el mantel de la mesa es un indicio de que han partido hace tiempo,
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HLL