Espero que tengas un feliz final de la Semana Santa.

A mí me sirvió para rescatar recuerdos de escándalos de ayer, que comparto contigo.

Y para escandalazo, en el que está metido Clarence Thomas, un juez que ha concentrado los reflectores desde que llegó al Supremo Tribunal.

Y para pasar un buen rato, una serie sobre astronautas.

De fotocopias y revelaciones

Les platicaba la semana pasada que la anécdota de la que parte la trama de “El miedo a los animales”, la novela de Enrique Serna, no solo había sido real sino que conservaba un testimonio de ella.

Y en efecto, en una carpeta antigua, con algunos otros documentos y recortes relacionados con temas relativos a los medios de información, apareció la fotocopia de aquella página de Novedades, en la que de buenas a primeras, en medio de una nota anodina sobre una muestra artística, se publicaron los insultos contra Miguel de la Madrid que provocaron un escándalo considerable.

Mis pensamientos me llevaron casi 40 años atrás. Será difícil comprender para quienes consumen hoy información de manera instantánea, aquella época sin whatsapps ni pantallazos en la que era indispensable recortar del periódico de papel el tema que interesaba para luego sacarle copias, pero era la única forma de difundirlo.

Y me vino a la cabeza otro episodio de copiado masivo ocurrido durante aquel gobierno. El 15 de mayo de 1984, el presidente de la Madrid viajó en visita oficial a los Estados Unidos para entrevistarse con Ronald Reagan y en el camino le pusieron ‘una bomba’: el influyente periodista Jack Anderson, cuya columna difundían casi 900 diarios norteamericanos, publicó aquel lunes que el mandatario mexicano había transferido 13 0 14 millones de dólares de fondos públicos a una cuenta secreta en Suiza, según información supuestamente proporcionada por la CIA.

El viaje de la comitiva mexicana cobró tintes surrealistas cuando directivos de The Washington Post, el más influyente entre los diarios que publicaron aquella columna, recibieron a De la Madrid y sus acompañantes el mismo día -martes 16- en que aparecía en sus páginas el enérgico desmentido del gobierno mexicano, en un desayuno en que estuvo hasta Katherine Graham, la editora que hizo historia con los reportajes que acabaron con el régimen de Nixon.

Mientras tanto, en México, las copias de aquella columna circularon como pan caliente. Era imposible conseguir el periódico -se dijo incluso que se había impedido la entrada de los, supongo, escasos ejemplares que llegaban al País-, pero el morbo por leer aquello era mayúsculo, de tal forma que hubo que satisfacerlo. 

No recuerdo haber tenido ninguna copia de aquel texto, pero en cambio apareció en el folder otra, de un episodio grotesco. En la agonía del gobierno de José López Portillo, en 1982, el suplemento “La semana de Bellas Artes”, que publicaba el INBA, incluyó en sus páginas un relato titulado “La Feria de San Marcos”, en el cual se ofendía sin pudor a la esposa del Presidente, Carmen Romano. 

Hasta la fecha no se sabe bien cómo aquello llegó a publicarse, pero le costó la chamba al director de Bellas Artes, Juan José Bremer, y al del suplemento, el escritor Gustavo Sainz.

Contra lo que suponía, mi fotocopia del episodio de Novedades es legible todavía, lo cual celebro porque para mi sorpresa no he encontrado referencias al episodio en internet. En cambio, “mi” texto de la feria de San Marcos apenas puede verse, pero de ese sí que hay múltiples testimonios en la web, faltaba más.

Los presidentes Miguel de la Madrid y Ronald Reagan, durante uno de sus encuentros. 
Foto: Wikipedia

Las tremendas Cortes

Muchos nos quejamos en México de los ministros de la Suprema Corte de Justicia. Desde la actitud errática del ministro Arturo Zaldívar y luego del descubrimiento del presunto plagio de la tesis de Yasmín Esquivel, los cuestionamientos han sido constantes.

Del otro lado del tablero político nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha encabezado las críticas (y los desaires) a la ministra Norma Piña, que obtuvo la presidencia de la Corte en un proceso que cambió de raíz tras la denuncia de que Esquivel había presentado una tesis copiada. De esta campal política hemos sido testigos todos.

Bueno, pues para que veamos que las cosas pueden ser peores, el medio de investigación ProPublica difundió la semana que se fue un detallado informe sobre cómo Clarence Thomas, uno de los jueces del Tribunal Supremo de Justicia de Estados Unidos, ha aceptado durante más de dos décadas lujosos viajes patrocinados por su amigo Harlan Crow, generoso donante de los republicanos.

Thomas ha estado en el ojo del huracán desde su postulación al tribunal en 1991, cuando tuvo que enfrentar las acusaciones de acoso sexual de una antigua colaboradora, Anita Hill, en un caso histórico no solo porque se trataba de la designación del segundo juez de color en la historia, sino porque el interrogatorio al que sometieron a esta mujer en el Comité de Justicia del Senado (que por cierto encabezaba Joe Biden) quedó como muestra de lo que hoy llamamos revictimización.

Thomas se defendió desde entonces con el argumento de que a los progresistas se les indigestaba que llegara a la Corte un afroamericano conservador… y vaya que ha dado muestras de sus convicciones durante su gestión, en la que ha manifestado su rechazo al aborto, el matrimonio entre seres del mismo género y a otras decisiones con las que no comulga.

Ante las revelaciones de ProPublica, Thomas salió con el tradicional “yo no sabía”, poco convincente luego de tantos años en el Supremo Tribunal y de que en marzo la Conferencia Judicial de EU, el órgano de gobierno de los jueces, adoptara normas más estrictas que exigen a los magistrados revelar los viajes en avión privado y las estancias en lugares como complejos turísticos, según recordó El País.

Como se sabe, la esposa del juez, Virginia Thomas, es una comprometida activista conservadora, cuyas actividades han destacado más por su matrimonio con el juez, en una situación poco usual en la historia de Estados Unidos.

En fin, cada quien escoge a sus amigos, y Thomas ha dicho que Harlan Crow es casi su hermano del alma, pero es también todo un personaje. La prensa norteamericana rescató este fin de semana un artículo publicado en 2014 por The Dallas Morning News, que revela que el magnate inmobiliario coleccionaba artículos nazis, entre ellos una copia autografiada del “Mein Kampf” de Adolf Hitler, y tenía en su residencia un “Jardín del Mal”, con estatuas de déspotas como el rumano Nicolae Ceausescu, el yugoslavo Josip Broz Tito y los rusos Joseph Stalin y Vladimir Lenin.

Crow se defendió y dijo que eran monumentos que habían sido derribados por la gente cuando terminaron aquellos regímenes y que había buscado honrar aquellos momentos de liberación. En fin.

El juez Clarence Thomas, en una imagen de octubre pasado.
Foto: AP

¿Qué ver, qué leer?

Animado por la noticia de que volveremos a la luna, aproveché estos días de asueto para ver “Los elegidos de la gloria”, una serie de Disney sobre el arranque de la carrera espacial en Estados Unidos.

La obra cuenta con un antecedente inolvidable, una película filmada hace 40 años, con un reparto espectacular en el que figuraban Ed Harris, Dennis Quaid, Sam Shepard y Scott Glenn, dirigidos por Philip Kaufman (que por supuesto, se encargó del guión).

Ambas obras provienen de la extraordinaria novela “The right stuff”, de Tom Wolfe, publicada en 1979, que retrata de una forma inolvidable a los protagonistas de aquellas andanzas.

Si tienes tiempo, disfruta esta serie, que ya tiene por cierto tres años. Aunque para mi gusto invierte demasiado tiempo en retratar los conflictos personales de los protagonistas, es una historia que vale la pena recrear.

Los astronautas responden a la pregunta de quién será el elegido para hacer el primer vuelo, en el legendario programa Mercury.
Foto: Disney

Y eso es todo por este domingo, muchas gracias por tu atención.

Aprecio tu lectura y espero que compartas estas líneas, si acaso crees que valen la pena.

Los comentarios son siempre bienvenidos.

La semana próxima nos saludamos.

Antonio Lascurain Huerta

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