Por vender arepas en una calle de la colonia Juárez en la alcaldía Cuauhtémoc, en la Ciudad de México, la alcaldesa Sandra Cuevas mandó retirar a una persona y advirtió que se mantendrá vigilante para evitar abusos y evitar que “secuestren” las calles en su jurisdicción.
Lo anterior lo hizo apenas días después de los hechos inhumanos y miserables en los que murieron 40 personas en instalaciones de retención de migrantes del Instituto Nacional de Migración, eufemísticamente referidas por autoridades federales como “albergue”, en Ciudad Juárez, Chihuahua.
México está ya inmerso en una crisis migrante que no hará sino recrudecerse en los próximos años ante las condiciones existentes en países de Sudamérica y, especialmente, de Centroamérica, que es de donde son la mayoría de las personas que ingresan ilegalmente a nuestro país escapando de circunstancias precarias y peligrosas, en busca de mejores oportunidades de vida, tal y como hacen nuestros propios paisanos que huyen de la pobreza y el crimen organizado.
Su objetivo es llegar a Estados Unidos, pero en el trayecto deben atravesar territorio mexicano y en muchísimas ocasiones tienen que permanecer aquí algún tiempo, incluso años, mientras buscan la posibilidad de cruzar la frontera. Además tienen que padecer la política migratoria mexicana que, en acuerdo con el vecino del norte, busca impedir su paso.
Así, el número de migrantes con estadía irregular en el país ha crecido enormemente, especialmente en las zonas fronterizas tanto del norte como del sur de México, aunque su presencia es también notable en otros puntos. La inconformidad por ello es también creciente entre varios sectores de la población nativa, al reprochar que en las calles proliferan migrantes que piden dinero, vagan, consumen alcohol o drogas, e incluso que cometen actos delictivos.
Ante tales condiciones también aumenta la idea de que los migrantes son flojos y delincuentes y que no tienen valor para la nación por su objetivo no es trabajar, pero entonces, si es que tal aseveración fuera cierta (y no lo que es: un prejuicio) ¿cómo es que harán otra cosa cuando autoridades les impiden ejercer alguna actividad como vender comida para ganarse el sustento?
Contrastante es que eso ocurra en la Ciudad de México que recientemente ha firmado convenios empresariales para consolidar a la ciudad como un destino atractivo para los llamados nómadas digitales, que son extranjeros, especialmente de Estados Unidos, que llegan a vivir a la capital para trabajar en forma remota para sus empresas fuera del país. Esto ha derivado en la proliferación de extranjeros en condiciones distintas.
Hay quienes aseguran que la distinción está en el estatus ilegal de un tipo de migrantes y en el legal del otro tipo. Pienso que la diferencia es distinta y determina, más bien, las posibilidades de una estadía regular: el dinero. Las normas migratorias son laxas y simples para quien cuenta con recursos económicos, como los nómadas digitales; mientras que son, en contraparte, un calvario para quienes huyen de sus países de origen con nada más que sus zapatos y morrales.
Como dije, la crisis migratoria no hará sino empeorar antes de cualquier otra cosa y no sé si una buena respuesta a ella sea impedir que los migrantes que tienen la posibilidad y voluntad para iniciar un negocio o ganarse la vida de forma legal, lo hagan. Esto solo engrosará las filas de aquellos sin posibilidad de hacer otra cosa más que pedir dinero en las calles y quizá esta precariedad los obligue también a cometer robos, asaltos, o peor, incorporarse al crimen organizado; no olvidemos que este ha contribuido enormemente a nuestra propia expulsión de paisanos que buscan más seguridad en el país del norte.
La migración no es un problema sencillo de resolver y encerrar o impedir el trabajo de migrantes no ha resultado bien.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo