La búsqueda de un chivo expiatorio es la más fácil de todas las expediciones de cacería”. 

Dwight D. Eisenhower

 

Nadie quiere nunca aceptar la responsabilidad de un problema, mucho menos los políticos. Por eso rechazan cualquier responsabilidad en un tema tan lastimoso como el del tráfico y consumo de fentanilo.

“Aquí nosotros no producimos fentanilo y no tenemos problema de fentanilo”, afirmó el presidente mexicano López Obrador el 4 de marzo. Incluso mandó una sorprendente carta al presidente chino Xi Jinping pidiéndole “información sobre quiénes importan esta sustancia, en qué cantidad, en qué embarcaciones, cuándo sale de los puertos chinos, a qué puertos mexicanos llega y el tipo específico de sustancia”. El presidente Xi no se dignó a responder la misiva, que violaba el lenguaje y los protocolos diplomáticos, pero encargó la respuesta a una funcionaria menor, Mao Ning, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores: “No existe el tráfico ilegal de fentanilo entre China y México.. China no ha sido notificada por México sobre la incautación de precursores de fentanilo catalogados de China”.

Como al gobierno chino no le interesa empezar un pleito con México, la portavoz culpó del problema a Estados Unidos, país con el que tiene una creciente y peligrosa disputa. La crisis es “completamente made in USA”, comentó con sorna, y recomendó a Washington “tomar medidas más sustantivas para reforzar la regulación dentro de sus fronteras y reducir la demanda”.

Quien respondió en Estados Unidos a la negativa de AMLO de que en México se produce fentanilo fue otro funcionario menor, el subsecretario Brian Nichols: “El fentanilo se produce en México. México recibe precursores de alrededor del mundo. Esos precursores se usan para producir fentanilo en México”. Vedant Pavel, portavoz del Departamento de Estado, le respondió a su contraparte china: “Los precursores del fentanilo. se producen en China y en otras partes del mundo”.

China y la India son, efectivamente, los principales productores de precursores, pero México y otros países fabrican pastillas que se distribuyen en Estados Unidos. Esta responsabilidad compartida obligaría a un trabajo coordinado para resolver el problema, pero Beijing ha cancelado la colaboración con Washington en narcotráfico ante las sanciones comerciales de Estados Unidos. En la Unión Americana, los legisladores de derecha que antes exigían un muro con México para evitar el cruce de migrantes hoy piden aplicar sanciones drásticas a nuestro país, incluso invadirlo o bombardearlo, para detener el fentanilo.

López Obrador ha sugerido que los científicos mexicanos examinen la posibilidad de sustituir el fentanilo de uso médico; “al estar prohibido ya no habría ninguna posibilidad de que pudiese importarse y lo sustituimos por otros analgésicos”. Prohibir el fentanilo médico, sin embargo, es un absurdo, no solo porque es indispensable como analgésico por su potencia, sino también porque su producción es muy pequeña. Según Raúl Martín del Campo, exintegrante de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), México reportó en 2021 el uso de 4.6 kilogramos de fentanilo médico, mientras que la Secretaría de la Defensa dio a conocer la incautación de más de 1,850 kilos de fentanilo ilegal (El País). Dejar a los pacientes mexicanos sin fentanilo médico no ayudaría a detener el tráfico ilegal.

La lucha contra el fentanilo requiere menos pleitos y más acciones conjuntas. No olvidemos, sin embargo, que este es un producto completamente de laboratorio. Si se lograra erradicar la producción en China y México, surgiría en otros países, incluso en la Unión Americana. La única solución real es bajar la demanda en Estados Unidos, pero esto no se conseguirá culpando a otros países. 

 

Mañaneras

 

Prohibir las mañaneras sería un despropósito y una violación a los derechos políticos del presidente. AMLO es un gran propagandista. La oposición tendrá que aprender a comunicar mejor. 

 

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