En mayo de 2022, Ovidio Guzmán se reunió con otros miembros del Cártel de Sinaloa en un rancho remoto en Sinaloa. Los custodiaban 40 hombres con rifles y seis camiones blindados con ametralladoras en sus techos.

Durante la reunión, Ovidio dijo que estaba trabajando para centralizar la manufactura del fentanilo en Sinaloa, donde él y sus hermanos tenían control. Les preocupaba la DEA, que había enfocado su actividad antinarcóticos en el fentanilo.

En la reunión, Ovidio cerró un negocio con un distribuidor en Los Ángeles. Allí también estaba la DEA, a través de informantes.

Durante los últimos tres años, estos informantes han grabado a Ovidio haciendo negocios, han confirmado quiénes son los cocineros, los distribuidores, los operadores, los oficiales corruptos en ambos lados de la frontera que ayudaron a Ovidio a convertirse en un operador clave del trasiego de fentanilo desde México a Estados Unidos. Ahora, lo que averiguaron está en una acusación criminal.

El 4 de abril, Nueva York estaba atenta a Donald Trump, quien se declaraba no culpable de 34 cargos de fraude. Ese día, un caso mucho más discreto se decidió en otra corte en Manhattan. Era el caso contra los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, apodados por las autoridades de Estados Unidos como “Los Chapitos”.

“Los Chapitos” son Iván, Alfredo, Joaquín y Ovidio. Tienen 39, 36, 36 y 33 años. Hace una semana, un gran jurado decidió acusarlos por narcotráfico de fentanilo, junto a otras 24 personas. Los detalles en el documento, que conté al inicio de este texto, dan un vistazo de lo que tiene Estados Unidos para probar el caso. La acusación confirma algo que publiqué aquí: las agencias de EU infiltraron el círculo Guzmán.

Para conseguir el precursor de fentanilo, “Los Chapitos” han usado a una mujer, Ana Gabriela Rubio. Desde Guatemala, ella ha comprado precursores de fentanilo en China y los han metido a México. En China, Rubio consigue los precursores con empresas legales, como SK Biotech, en Wuhan. Los mandan por una aerolínea china hasta México, o hasta Mazatlán, vía Nueva York o Alemania. La DEA interceptó comunicaciones entre los proveedores, tan recientes como en marzo pasado.

Desde 2014, la DEA ha seguido los negocios de “Los Chapitos”. En aquel año, comenzaron a fabricar fentanilo en un laboratorio improvisado, en una modesta casa en Culiacán. Ahora, tienen un laboratorio subterráneo cerca de Culiacán, muy custodiado, con ascensor, estufas industriales y prensas para pastillas.

La DEA también logró grabar a Ovidio mientras negociaba con un distribuidor. Le dijo que “Los Chapitos” pagarían a la policía entre Culiacán y Tijuana para asegurarse de que no habría decomisos de fentanilo. La acusación de Nueva York dice que “Los Chapitos” introducen el fentanilo a Estados Unidos a través de ciudadanas estadounidenses, que se insertan hasta 2,000 pastillas en sus cuerpos, o por un túnel de más de dos kilómetros entre la frontera de México y Estados Unidos en Arizona.

Los traficantes gastan unos 800 dólares en un kilo de precursor de fentanilo y fabrican unas 415 mil pastillas. Las venden entre 50 centavos y tres dólares cada una. Para lavar las ganancias, “Los Chapitos” reciben dólares en efectivo, que esconden en autos, a través de tiendas en México o en criptomonedas.

La DEA siguió estas operaciones. Entre 2018 y 2020, un solo distribuidor de fentanilo de Ovidio en California envió a México más de 24 millones de dólares de ganancias, lavados. Entre agosto de 2022 y febrero de este año, otro operador lavó más de un millón de dólares en criptomonedas.

Este jueves, funcionarios de México y Estados Unidos se reunieron en Washington para hablar del fentanilo. Horas después, se hicieron públicas las acusaciones de Nueva York contra “Los Chapitos”; una más, en la misma ciudad, contra Ovidio y una tercera contra ellos mismos, radicada en una corte de Illinois.

Mientras esto ocurre en Estados Unidos, el Ejército mexicano casualmente logró detener a un productor de fentanilo en Sinaloa. México sigue minimizando el tema del fentanilo, y Estados Unidos sigue poniendo toda la carne en el fuego. El asunto dará para mucho más.

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