Este 12 de abril el presidente López Obrador me atacó nuevamente en su programa mañanero de televisión. Su molestia esta vez la provocó mi artículo “Acabar con la minería” que se publicó en este espacio el 30 de marzo.
Por mí, bienvenido el debate, solo que el mandatario no presentó ningún argumento contra los que ofrecí en el artículo, únicamente descalificaciones personales: “Sarmiento siempre ha sido empleado de los potentados -dijo-. Tienen una característica todos ellos: no quieren al pueblo, son muy clasistas, racistas, se creen de la moronga azul. Miren, vamos a acabar con la minería, según él, acabar con la minería”. Después de estas afirmaciones sin argumentos, apuntó que ya estaban esperándolo sus “invitados para el desayuno”, los cuales, supongo, no eran de “moronga azul”.
La verdad, señor presidente, es que soy periodista y colaboro con varias empresas privadas de periódicos, radio y televisión. Algunos de los dueños son ricos, es cierto, otros no, pero mis puntos de vista son míos y con frecuencia difieren de los que tienen los dueños de los medios. Pero hasta ahí ese tema, porque no me interesa descalificarlo a usted, sino mantener abierto el debate sobre la minería.
Lo primero es tener información correcta. Ha dicho usted que los gobiernos liberales “entregaron 120 millones de hectáreas para la explotación minera, el 60 por ciento del territorio nacional”. Ojalá fuera cierto, porque estaríamos viviendo una verdadera bonanza minera. Sin embargo, según una presentación de la Cámara de la Industria Minera, con datos de la Secretaría de Economía, México tiene 196 millones de hectáreas, de las cuales solo 16.8 millones están concesionadas, o sea, 8.6 por ciento. Por las dificultades de la actividad, ya que de cada mil terrenos con indicios de mineralización solo uno se convierte en mina, muchas hectáreas concesionadas no están en producción, solo 4 millones, 2%. Pero como el área productiva es siempre muy pequeña, únicamente 201,996 hectáreas tienen actividad productiva minera, o sea, 0.1% del territorio nacional.
El argumento de que debe prohibirse la minería “donde no hay agua, no hay agua para la gente”, o sea, todo el norte de nuestro país, es también producto de una mala información. La Conagua señala que 76% del agua concesionada se emplea en la agricultura, 14% en el consumo humano, 5% en el sector energético y 5 % en la industria. El sector minero formal, parte de la industria, consume solo 0.35%. También es falso que la minería no paga impuestos. La tasa efectiva de la minería es una de las más altas del país. Pregúntele al SAT.
La Ley Minera que usted está impulsando acabaría con una industria de importancia histórica para nuestra nación, la cual genera 417 mil empleos directos, 2.5 millones indirectos, y cuyos sueldos son 37% superiores al promedio. Esta actividad se concentra, además, en los municipios más pobres, donde no hay otras oportunidades. Por eso los mineros y los pueblos mineros protestan cuando los dueños cierran las minas.
Entiendo, señor presidente, que sus desayunos con personalidades de sangre azul lo distraen a veces de su compromiso de gobernar primero para los pobres. Pero créame que lo que más necesitan los pobres que usted hizo prioridad de su gobierno son empleos bien remunerados, como los que solo la minería ofrece en las zonas marginadas.
Mineros
¿Se acuerda, señor presidente, cuando el 15 de junio de 2019 le hizo un llamado a Carlos Slim, “porque sé que es un empresario con dimensión social”, “para que no la cierren y no dejen sin trabajo a la gente, para que siga habiendo empleo en toda esa región”? Se refería usted a la mina de Santa Bárbara en Chihuahua. Defienda hoy, como ese día, los empleos de los mineros, pero de todo México.
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