Qué singular es el Presidente López cuando de emplear su diccionario personal se trata.

Cuando él ESPÍA a ciudadanos periodistas -vía el software “Pegasus” empleado por Inteligencia Militar- afirma que no se trata de espionaje, que es labor de “inteligencia”.

Pero cuando la DEA infiltra a los cárteles mexicanos y se entera de la existencia de laboratorios de fentanilo en Sinaloa, y de su distribución en Estados Unidos por el Cártel de Sinaloa, afirma que es una “intromisión abusiva” y “espionaje” por parte del Gobierno norteamericano.

La impresión que deja el señor López, aparte de la inclinación por emular a Pinocho, es de que lo que le molesta sobremanera es que lo exhiban.

Que exhiban que su militarización en México está causando división entre la Marina y el Ejército, que le levanten las enaguas en torno a la existencia de laboratorios que fabrican fentanilo en México -cosa que él sigue negando- y, obviamente, que su Gobierno no hace nada por frenar el trasiego del opioide hacia Estados Unidos.

Por lo que afirma este señor, él SÍ puede espiar a los ciudadanos mexicanos, pero las organizaciones norteamericanas que combaten el tráfico de drogas no pueden realizar en México labor de inteligencia sobre las actividades criminales.

Esto lleva a preguntar si acaso es cierto -que no lo es- que si todo marcha viento en popa en México, ¿por qué tanto miedo a que se investigue, se constate y SE DISEMINE la realidad mexicana?

¿Acaso no puede existir en este país otra verdad que no sea la del monarca?

Si nuestras LEYES prohíben la invasión a la privacidad de los ciudadanos, ¿quién le autorizó al cacique en turno a intervenir celulares y obtener información de periodistas, opositores, empresarios o simples ciudadanos?

¿Por qué él SÍ PUEDE -y de hecho lo hace- pero NADIE MÁS lo puede hacer?

Este señor López posee tendencias autoritarias que lo llevan a creer que sólo él determina qué leyes obedece y cuáles se brinca.

Opera bajo el delirio de que a él no se le aplican las leyes y que de su forma de actuar como Presidente nadie le exigirá cuentas.

Craso error: la rendición de cuentas de los gobernantes es una de las piedras angulares de la democracia.

Y México, muy a su pesar, sigue siendo una democracia, aunque él pretenda deshacerse de esta forma de gobierno para adoptar un Gobierno tiránico tipo Cuba, Venezuela o Nicaragua.

Cuando pone a la soberanía como escudo para proteger las decisiones de gobierno que toma -por ejemplo, agrediendo la información divulgada por el Gobierno norteamericano, que se contrapone con el relato oficial-, pretende ponerse por encima de la rendición de cuentas.

Absolutamente nadie -cree él erróneamente- le puede decir cómo son las cosas en la realidad, sobre todo si esta realidad es contraria a la que él plasma a diario en su show matutino.

Por ello, creemos, es que patalea tanto y se enoja tanto E INVENTA TANTO en sus relatos del Teatro Fantástico cotidianos.

(Con todo y Cachirulo y Fanfarrón, papeles que se intercambian él y sus subalternos de acuerdo con el tema).

Da risa, pues, cómo este personaje acomoda los hechos a su narrativa (nunca la narrativa a los hechos).

Nunca es “yo espío”, siempre es “ellos espían”, y cuando todo es idéntico, viene el desplante: “somos diferentes”, cuando en realidad actúan igual y obtienen los mismos resultados.

Incluso, podría afirmarse que son PEORES, pues queda claro cuando invocamos el caso de la INSEGURIDAD, del nulo crecimiento económico, de la PÉRDIDA de empleos, de la incertidumbre jurídica, del impulso a los monopolios gubernamentales, del desaliento a la inversión privada, de la obsesión con las obras faraónicas, las cuales han requerido -y requerirán- cuantiosísimas inversiones de dinero público con la casi certeza de una NULA RENTABILIDAD.

Son, en las que se ha empeñado el señor López, obras que le reditúan a él políticamente, pero que al pueblo no le dejan beneficios, sino perjuicios al erario, cuya inmensa deuda gravita sobre todos los mexicanos.

Son tan numerosos los embustes y contradicciones de este señor que ni sus propios seguidores pueden seguir el guion del guiñol matutino.

Incluso, a veces ni el propio protagonista lo puede hacer, pues su discurso contiene tantos dobleces que parece origami.

 

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